domingo, diciembre 26, 2010

"Deja que llueva" Temporales (2)


Como un deja vu, los sueños la llevaron de vuelta al barrio cercano a Lanús por Viamonte, y la cocina que dejó encendida, el libro a medio leer, y los besos sin dar a la sombra del escritor-mascota atrapado por los temporales de los últimos meses. Volvió, como quien vuelve a casa tras un largo viaje, o una pequeña vacación; todo intacto, él era la misma silueta que dejó a contraluz fundida con un libro, con la ventana que daba a otro edificio en el callejón como fondo, y entonces oscurecía como siempre en sus recuerdos del día en que se fue cargando toda la ropa que pudo meter en una maleta de viaje; y mientras él atinaba a interpretar su regreso, ella leyó su último cuento escrito en el apartamento semi abandonado y pobre del paria que amaba y que dejó hace pocas semanas para volver a su Costa Rica. Los platos sucios en la mesa con restos de siempre, el olor de la grasa de el restaurante de Facundo, los libros apilados y los estantes de madera sobre ladrillos a medio acomodar, en su mayoría vacíos. Leyó que el cuento se centraba el espacio vacío que dejo su partida, en la ausencia que se recostaba en la cama a pasar las horas escuchando los párrafos propios y ajenos que él siempre quería compartirle, y en el sexo llovido sobre el colchón viejo de la cama que era centro de el apartamento dominado por la biblioteca desordenada y la parrilla, único utensilio decente en la cocina.
A pesar de los días sin bañar, en el sueño de pronto olvido todos esos detalles, y fascinada de nuevo por la mascota amante aprisionada en los temporales lo sedujo, le susurro justo lo que debe susurrarse para hacerle el amor a quién se ha abandonado; la lluvia que empezaba a caer, venida con la noche fría de Buenos Aires renovaba la misma emoción de siempre, y mientras le mordía el lóbulo de la oreja le susurraba al oído un "deja que llueva" que serviría sin duda para el cuento de mañana, acabando con la depresión de la última semana con el síndrome de la página en blanco, y cada relámpago pintaba en la pared a una ella cabalgando a su amante, una larga cabellera tirada hacía atrás, mientras que la lluvia golpeaba el techo y hacía gotear cada gotera, y el piso del callejón que vomitaba charcos que él admiraría con pasmosidad infantil mientras fumaba a la mañana siguiente en la ventana con vista a otro edificio.
Otro relámpago y él que jugaba con sus senos, de nuevo luz contra la pared que mostraba a los amantes en otra posición, los gemidos imperceptibles unísonos de la lluvia persistente, un trueno, un grito, un grito y de nuevo, mientras los relámpagos iban pintando sombras de los amantes, hasta que un nuevo trueno la despertó ausente y lejana de la casa de el cruce de Viamonte & Moreno, y de la mascota que amaba acariciar, apricionada entre temporales.
Soñar rutina de pasados que inspiraron cuentos, y despertar en medio temporal de lejanía, besando la almohada, preocupada por la casa que dejó con la cocina encendida, el libro a medio leer y la mascota sin acariciar en plena madrugada, mientras lamenta que no hay forma de tomar un "colectivo" con rumbo a Lanús en medio de un temporal que invite a hacer el amor toda la madrugada.

sábado, diciembre 11, 2010

Temporales (1)


Fue niño, e inocente, admirando la lluvia que nunca acabo de caer, y el suelo mojado que vomitaba charcos.

A ella le gustan los escritores, sueña con tener uno, ponerle una correa, acariciarlo como a un gato, que es una sombra en una esquina en un cuarto que es una bodega, y está lleno de libros, que huele a madera vieja y tiene ventana con vista a otro edificio, pero que igual deja ver la lluvia.

Lo encerró entre temporales & sexo, lo hizo suyo y se hizo musa, entre los síndromes de página en blanco que recurrentemente padecía ella llovió siempre que fuera necesario tenerlo allí, para saberlo suyo, entre la estación de radio y el apartamento-bodega, el frio y la lluvia fueron excusa, la fascinación de él por esta y los temporales; que ella intempestiva uso para que fuera siempre su escritor-mascota; le dio todo lo que necesitaba.


La ciudad parecía estar siempre llena de nubes y de tormentas, el frio imperativo, la dolencia de un sol ausente que caliente los callejones, las ventanas que miran a otros edificios, los charcos vomitados por el suelo, hacían del escritor encerrado un personaje limitado, incapaz de escribir sobre otra cosa que no fueran temporales que encarcelaran las lluvias pasionales de sus personajes; ella con sus ropitas mojadas en la puerta del escritor que abre y cierra paréntesis de amores hipócritas que son requisito de la que necesita sentirse amada para enamorarse y tener sexo, el cuento de las siluetas que tienen sexo en la pared como sombras iluminadas por los relámpagos, la pareja que se encuentra en un parque mientras llueve. Esto la obligaba a ser creativa, a ser musa en distintas facetas preparadas a cálculo, combatiendo siempre el temporal que escampaba cuando el síndrome de la página en blanco aparecía.

Entonces fue la sequia; tanto de ideas como de sexo; salió el sol; entonces la ventana tapiada, la inspiración consumida, restos de tapioca en trastos sucios y bife de chorizo, el sexo mecánico y la mascota que cansa, referencia circular en el extraño juego de encerrar en fascinación al que todavía mira como niño la lluvia que lo atrapa sin saberlo; ausente; la mascota-escritor de una musa que empieza a quedarse sin recursos ni facetas, y que cansada de pelear contra la falta de inspiración cae en el desgano, la impaciencia y el desinterés.

Pero bien es cierto que cuando llueve, todos se mojan tarde o temprano, y el sol de la mañana en la radio se apagó con desapego de sus patrones, y consumida en el apartamento-bodega vivió la tempestad prisión que creó para él, y la musa se desvaneció en mascota de las mismas circunstancias con que aprisionó al escritor que amaba y soñaba más allá del hombre-individuo dominado al que nunca puso atención y al que ahora liberado no parecía encontrarle ningún encanto que le inspirará crear cárceles con temporales.

Y el tedio se volvió rutina y pobreza, sin trabajo en la radio, se dio cuenta de lo improductivo e inútil que le era un tipo empecinado en comer cada vez un bife, una copita de vino, tapioca y horas, horas muertas y sosas resultado de el talento mutilado, de quién encontraba satisfacción en tener sexo con una locutora minimizada a restos de musa en horas de sol, que a ella no le venían a bien por que terminaban en la cama siempre con un cigarro y un plato de lo mismo.

Y decidió un día irse como la lluvia, era la noche y arreglo todo para salir y llevarse todas sus cosas bien de mañana, sin que él sintiera ninguna necesidad de seguirla; y con la maleta lista a la orilla de la puerta, su desempleo y desapego bien empacados, se fue a dormir por última vez junto al que una vez fue su amante, encerrado entre cuatro paredes de pasión y aguacero. Y llovió toda la madrugada, en apariencia por que la ironía se creía un buen escarmiento para su cálculo mutilador.

Y entonces la rayería llevó a los autómatas a repetir el cuento de las siluetas; para ella; a manera de despedida, para él, como un truco aprendido de escritor que ella había entrenado, y fue sexo pasional como la guerra entre el agua y el aire que se ocupan de reclamar suyo el espacio.

Al día siguiente volvió a salir el sol, la mañana llena charcos de el aguacero pretérito no la detuvo de continuar con el plan trazado. Cuando le dijo que se iba con la maleta en la puerta, él no atino ni a levantar la mirada de su desayuno de tapioca, vino, un cigarro y bife, no había sido entrenado para eso, y solo la vio alejarse desde la ventana que daba a otro edificio, con un impermeable y un paraguas que uso para taparse los temporales que dejaba atrás, mientras se alejaba por el callejón sorteando los charcos de anoche, que a él; volvían a fascinar, como cuando era un niño, mientras aprendía así a escribir sobre adioses hace tiempo, y soledades y deshoras.

sábado, diciembre 04, 2010

Adioses de hace tiempo.


Será definitivo.
Finalmente cuando baje de tu carro, no tendré más remedio que poner los pies sobre la tierra y decirte adiós. Nos miraremos por décima vez sin decir palabra, saboreando agridulce nuestro sexo de hace media hora, tu cuerpo aún caliente de mí, y yo tratando de guardar tu olor entre mis poros.
Pondré los pies en la acera y cerraré la puerta regalándote una última mirada; la onceaba; la aceptarás bajando la vista, sabiendo que este paréntesis reabierto hoy, cierra definitivamente esta historia postergada, y cuando arranques y te alejes de mí por última vez serás por primera y última, la chica que amé y debí seguir amando, y que hoy la realidad me quita despiadada.
Será lo poco que teníamos por decirnos, serán las miradas tristes de adioses hace tiempo; solo teníamos besos y nuestros cuerpos para darnos, nada más, nuestro momento había pasado finalmente y nos dimos cuenta tristes y resignados, solamente este amor estallando, resistiendo, consumiéndose en un motel, a razón de despedida, de encuentro casual programado como despedida, tus ojos tristes diciendo adiós, un último beso a medias que se quedará así en la melancolía de la que hoy nos despedimos tan apasionadamente como siempre fueron nuestros pensamientos unísonos y taciturnos, la vida que continuó , el paréntesis pendiente, el miedo de decir "te amo"
Hoy, te lo susurre al oído, hoy me lo clavaste en los labios mientras me mordías en medio de el sexo y el llanto, y simulamos que el momento no pasaría, y lo alargamos como se alargará la calle cuando te alejes, quizás llorando, quizás abrazada a esta tarde y a este que fue nuestro momento, el último de una larga despedida que no acababa.
"Cuídate", y abro la puerta, con un pie en la calle me tomas de la mano; "sabes que este adiós será el último, y que la realidad cuando salgas de este carro nos matará" y una triste mueca en mi cara que me apura a poner el otro pie fuera del auto deja claro que ya solo nos tendremos en la ausencia, y vuelves tu mirada al camino que te espera cuando arranques, y los recuerdos y esta tarde arremolinada como punto de partida de nuestra soledad, y solo puedo escuetamente responderte que te amo, sin más respuesta; y desde la cera te veo alejarte, conteniendo el impulso de correr a ti mientras el semáforo de la esquina no cambia y nos regala unos segundos más, mientras con un nudo en la garganta se me acaban las palabras por el paréntesis que viene a mí y cierra nuestra historia con un punto y aparte que no quiero y se alimenta de mi cobardía.
Seguimos donde nos quedamos ahora, sin nosotros, pero sigo observando en mi mente que te vas.

domingo, noviembre 14, 2010

Súccubus, inccúbus.


Y yo sigo en el espejo riendo y mirándome con mis ojos endemoniados, mientras ya me he quitado de ahí, giro el pomo de la puerta y salgo, mientras desde el espejo mi inccúbus termina de darme indicaciones, y allí están ellas, desnudas y listas, súccubus del que sale por la puerta y deja al otro en el espejo, y empieza la orgía, se turnan y retornan, se apresuran, las cuatro en fila esperando su turno, la que no está de rodillas ante mí, se besa con las otras, y yo las miro desde arriba, con desprecio y con orgullo, las drogas el alcohol y el libertinaje, sexo descarnado, sin alma, sin escrúpulos, voy satisfaciéndolas mientras me satisfago, en la habitación inmaculada que decidimos no tocar, lo hacemos justo a la par de la ventanilla de servicio, en el sillón de la entrada, y solo es eso, cinco que deciden involucrar a Dios en un acto condenatorio, mientras yo le muestro su inocencia arrancada por mi libido, por mi adoctrinamiento, lo reto y le explico en cada bocanada que ellas; tan jóvenes; expiran de mi miembro, que yo también puedo ser dios, y que estas cuatro que se pelean mi semen no son más que mi rebaño, gimiendo, retorciendo el cuerpo que él les dio y del que siente orgullo, esa creación perfecta que hoy he profanado, simplemente para continuar mi creación de ocho días tras el sétimo que él decidió descansar.
Estoy con ellas, acariciándoles el cabello de mascotas, mientras relamen el semen de sus bocas, de el suelo, y mi inccúbus se viene de la risa en el espejo

lunes, noviembre 08, 2010

Hello Kitty & Amelia



Finalmente le dio todo a sus hijos, y se apresto a sobrevivir el par de décadas que le restaban de vida con la pensión de guerra de su marido muerto, quién aún reina en la vieja casa de madera de Barrio Los Ángeles desde el altar que adorna con la foto enmarcada con su uniforme militar de lujo.

Entonces las sonrisas y la casa llena de hijos se volvió sombra y calma, y su silueta que camina lenta y espera mientras mira por la ventana al son de cualquier pito o auto que pase por la calle, una visita que no llega.
Los dos mayores se fueron a otros países, probablemente solo esperan la noticia de su muerte para volver un día y finiquitarlo todo, comenta la vieja con la virgen que tiene en la mesa mientras toma café a media mañana, la menor es la que sigue aquí, se caso con un hombre bueno, de allá, de Heredia, que trabaja en oficina y tiene carro, y la lleva a pasear a la playa, y a misa los domingos, tienen a mi nieta, mi Natalita, pero nunca me la traen, seguro estarán muy ocupados; se queda mirando la tasa; y yo no tengo nada para darles, desde que les di las casas de alquiler y ya no tengo ese ingresito, entonces vivo muy pobre, pero puedo jugármela, soy solo yo, a veces les hacía un pancito, un tamal asado, o un arroz con leche, pero hasta se me pusieron malos a veces esperándolos.
Entonces se alista y cuenta los ciniquitos para comprar verdura en el mercado, lleva la receta que tiene que recoger en el seguro, la sombrilla y el viejo vestido de misa que no ha remendado tanto como los otros. Sale al mundo ajeno y lejano, extraño y hostil, que no se parece en nada al de sus años, nadie saluda, todos corren, es como si el mundo fuera un gigante que se mueve a gran velocidad y ella tan solo un punto fijo en el suelo, y el cielo inmóvil que tanto espera.
De vuelta a la realidad la encuentra en la esquina un basurero que la obliga a lanzarse a la calle, y tanto carro que pasa tan rápido y ella que estorba tanto! debío morirse hace tiempo y no puede porque extraña a su Natalia que le dice abuelita y que nunca la visita, y le caen encima muchos años de pronto, y la ausencia y su olor a vieja y la soledad que toma café con ella.
Algo la llama desde la basura, en medio de la podredumbre, un color distinto a la hediondez y la decadencia de la ciudad que como ella se arruga, se pudre y se escurre al subsuelo como desecho, una cartuchera rosadita y mal trecha de Hello Kitty, la ve y va a ella, la recoge y no puede más que pensar en Natalia, se pone feliz y celebra, sin importar que con los pies se llene el ruedo de su mejor vestido de basura, abre apurada la cartuchera y ve dos lápices gastados y viejos de niña, que pintan desteñido al igual que sus días, pero que ella sabe que a su nieta le encantarán, porque a ella no le da vergüenza la abuela, ni que sea pobre ni la casa enmarañada de monte y abandono; imagina a la chiquilla en casa pintándole una flor, que alegrara la casa vieja y apesadumbrada que le hará encontrar la sonrisa que olvido en alguna gaveta y que sin fijarse tiene justo ahora de oreja a oreja en la cara, pensando en la nieta que de tanto no verla ya no se acuerda de ella.

Al verme en la basura alguno ha de pensar que es una pena que me boten si todavía sirvo; atina a pensar y reír como coqueteo con la vida y la malicia.
Vuelve a casa emocionada, con una esperanza restaurada, le pide a la vecina que por favor le llame a la hija, y como tantas veces le pida que vengan a verla, que le tiene un cariñito a Natalia. Amelia sonríe camino a casa guardando a Hello Kitty en el bolso, y hace arroz con leche que mañana sabrá mejor para cuando vengan al fin sabiendo que esta vez tiene algo para darles, aunque sea que vengan “entrada por salida”, ahora que de nuevo puede que les sea conveniente verla, aunque sea para que Natalia se lleve su regalito, seguramente si la visitarán –piensa-, y en la mesita de noche pone tras el rosario y la novela, los dientes, la esperanza y a una vieja Hello Kitty que la mira con pena soñar un cariño que no puede juntarse ya de la basura.

lunes, noviembre 01, 2010

Más y después.


Ojala que nunca te olvides de mis brazos, y de lo que sientes ahora cuando te acaricio el cabello.
Quiero que seas feliz sin olvidarme nunca, pero si debes hacerlo hazlo, que nunca te detengan mis palabras ni mi deseo de que estos momentos sean eternos, que nunca tu sonrisa sea ajena, que siempre te acuerdes de mí.
Te amo desde el momento en que naciste y te amaré tanto y más, y después, como nunca creí que se pudiera amar, siempre has sido mi mejor amiga y compañera, pasajera pero eterna en mi alma y mi espíritu.
Hoy te vi en el futuro, en la chiquilla que ataviada en la moda que heredaste de mí ,esperaba a alguien, espero que el hombre que ames te ame mucho más a ti que lo que tú lo ames a él, y que eso sea tanto como yo te amo y más, y después, que sus besos de amor de hombre sean tan sinceros como mis besos de amor de padre, hija, solo quiero que seas feliz, que en sus brazos seas plena y en su amor estés completa.
Hoy te miro en tu cama, preciosa princesa, reina en el futuro de alguien que te merezca, ten cuidado, no te enamores de cualquiera, yo estaré siempre ahí para ti, para reír el amor y llorar los adioses, siempre tendrás mi abrazo y mis caricias en tu cabello, siempre y cuando no te olvides de quién eres y de que aquí estarán para siempre mis "te amo" y mis abrazos que son tuyos sin excusa.
Sé feliz, es lo único que quiero, que cuando lo esperes en un parque como la chica que vi , te salte el alma de felicidad y luego vengas a contarme que estas enamorada; tu sonrisa que mata demonios será para mí excusa suficiente para aceptar ese inevitable futuro, en el que mis abrazos no serán los primeros que busques, cuando rías, cuando llores y hagas llover para eso que tu sabes hacer tan bien.
Seré feliz de que te amen tanto como yo, seré feliz de que te vayas a otros brazos y otras caricias y otros "te amo", por hoy, sigue soñando con tus ponis y el regalo de el diciembre próximo, que prometí, sé niña mientras la chica que vi hoy me atormenta de el más y después que te amo ahora mientras duermes.
Te amo princesita, no olvides volver cuando te vayas, para darte abrazos como los de hoy, más y después.

martes, octubre 26, 2010

4 años!!!


Hoy este blog cumple cuatro años de existencia.

A brincos y a saltos!

Gracias a todos los que han venido a lamerse las heridas.

Antes hubo fiestas virtuales y hasta despedidas, hoy solo un recordatorio, de que hoy este espacio que es más suyo que mio, cumple años de existir.

Deshora.

(el destiempo es siempre)

viernes, octubre 22, 2010

El diablo.

La forma en que sus manos me tocan, y sus ojos me miran, es un pervertido divertido, que sabe enamorar con su sonrisa, su bigote sobre mis labios me hace temblar, su mano en mi entrepierna, su sexo entre mis nalgas, mi boca en su cuerpo y las cosas que me hace hacer, de pronto su sola presencia despierta a la pesadilla de mi abuela, que entre rosarios encuentra malo todo.
Un poco mayor para mí, más no viejo, en su mirada leo miles de experiencias previas a mí, en la mía ha de leer el inocente naufragio de mis sentidos, desde la vez primera en que me hizo mujer más allá de lo que la luna lo hizo cada mes.
Su esperma es caliente y salino, huele a madera y huele a azufre, me hace abandonar toda la crianza católica que por años marco mi escogencia por un hombre incapaz e inofensivo que con tomarme de la mano imaginaba mil pecados en su excitación, mientras yo temerosa seguía los pasos a un dios invisible que nunca logró hacerme sentir lo que él logra en una sola llamada, con solo llamarme "linda", con solo sugerir una hora en el lugar de siempre.

Me toma de las manos y me susurra alguna vulgaridad al oído, me sonrojo pero la educada por monjas se vuelve puta, me arranca las ropas, me arranca a la cristiana, me hace suya en todos los sentidos, este hombre que amo huele a azufre, y es acaso este amor insano? mi vientre salta, mi vagina suda, me hace suya como quiere, mi expectativa de cada mañana es que me llame sobre cualquier otra cosa, mi abuela reza en su habitación rosarios mudos, mientras yo en la mía le hago sexo oral, abro la boca cuanto puedo, uso mi lengua, adoro como a un dios a este miembro, el gusto a amargo y seco y el calor de sus fluidos dentro de mí, que baja lento y tibio por mi garganta, y lo miro relamerse de placer con mis ojos de mala, aunque él dice que siempre me veo inocente y mal portada; este hombre es el diablo les repito, y me encanta... pero shhhh... no se lo digan a nadie.
Al menos mi abuela me enseño a arrodillarme con devoción.

viernes, octubre 15, 2010

Acecho

El ruido repentino me despierta, el cuchicheo, corren a esconderse cuando apago la luz, pero de reojo los veo, sombras en el rabo de el ojo escondidas, acechándome, los llamo, los enfrento! los reto, y no hay respuesta, salen de mis pesadillas, entran en la realidad por los espejos, quiebro un par pero hay más, todos los reflejos traen sombras nuevas en las esquinas, los vidrios de el trastero, el reflejo de los pisos limpios inmaculados de mis obsesiones, los he esperado, los he destruido en el mundo espiritual pero están de vuelta, un gato maúlla mi puerta y la rasga con sus patas, quiere entrar y ser parte, me arrodillo en la sala ante la emboscada, no moriré ni me perderé sin enfrentarlos, entonces están los que cuelgan de el techo, los que salen de mis dedos, y la hora de los muertos no se acaba, empieza, traspasados los límites en que los deje entrar, exclamo su nombre en busca de protección que no llega, tomo la biblia que solo servirá para ocupar mis manos humanas, dejo mi cuerpo y floto en la sala, extiendo las alas que cruzan la línea, me gritan en el oído, ponen todo en perspectiva, entonces gimo y grito mientras erizo mi límite, entro al vaso de agua que sobre la mesa se pone rojo por absorberlo todo, me despliego como humo arenoso tratando de alcanzarlos a todos, el gato maúlla en la puerta y son más y más, devuelvo al infierno a algunos mientras los maestros me reclaman tanta violencia, pierdo el control y me vuelvo uno de ellos, nadie viene en mi auxilio; siete criaturas de luz lo presencian todo; caigo en mi cuerpo que suda frio, me cuesta volver en mí, y entonces las noto, mientras el gato rehúye la puerta y se aleja.
Amanece, acaba la hora de los muertos, los invisibles se van, no queda nada, solo yo.
Siete cucarachas negras de súbito vuelan a mí acechando la encrucijada de los demonios, sabiéndome indefenso.