lunes, noviembre 24, 2008

Pequeño.


Cuando yo era pequeñito, y mi casa también lo era, todas las cosas eran de guardar, la sala era cocina y habitación por turnos, y mi madre era mujer, costurera y magdalena de igual forma. Me siento desnudo y claustro de libertad en este afuera, mientras mi madre por un rato; creo; deja de ser viva y la casa se vuelve capilla, habrá que guardar a mamá ahora, por que el mundo es pequeño, y las cosas en él, también son de guardar.

lunes, noviembre 17, 2008

Morfina.


Finalmente inyectó morfina a la mujer, tras revisar sus amarras en la cama.
Ella despierta, y con una mirada lastimosa agradeció el gesto, después de todo.
Las sábanas blancas daban para pensar en un hospital como escenario, la mujer, entretanto, no dejaba de mirar a su enfermero, perturbada en su mirada, mientras él; mas que tranquilo preparaba todas las herramientas a usar.
Tomó la mano izquierda de la mujer y le lamió uno a uno los dedos, no desaforadamente, si no de forma pausada, casi erótica, mientras ella miraba atónita e inmóvil por las amarras desde la cama de sábanas impecables.
Entonces comenzó a comerle una a una las uñas de los dedos, lento y profundo, sistemático, mientras su cara impasible contrariaba cada vez mas a la de la mujer que agitada trataba de zafarse de sus amarras y comenzaba a mutar su angustia en terror, al tiempo unísono que la morfina empezaba a hacer efecto.
Con la misma tranquilidad pasmosa aplicó; él; el torniquete, mientras con la miraba exigía y trataba de transmitir tranquilidad a la mujer, ya para ese momento aterrorizada.
Así entonces empezó en el dedo meñique, y fue levantando con la ayuda de una pequeña cuchilla la piel de los dedos y la mano, que antes de devorar quemó con el soplete que tenía en la mesa de el instrumental. Aderezo algunos trozos con salsa tártara y aceite de oliva, y en algún momento, hasta trato de convidar a la mujer con un gesto de camaradería y simpatía.
Para entonces los ojos de la mujer eran un grito desesperado, que la morfina y la mordaza previamente aplicadas no dejaban salir.
Dedo por dedo, tendón por tendón fue limpiando la carne hasta los huesos, y relamió cada uno de ellos ante la adormilada pero aterrada mirada de su víctima, quién severamente saltaba de estados de conciencia e inconsciencia a somnolientos disparates, mientras él sistemáticamente quemaba con el soplete la carne que iba quedando descubierta, cauterizando, finamente, esterilizadamente; hasta llegar justo dos centímetros antes de el torniquete, en la muñeca.
Solo entonces el hombre se limpio la boca y las mejillas, y con la devoción de médico que su estatus le agregaba, procedió a cortar el hueso descubierto de aquella mano con una sierra quirúrgica, vendó el muñón, y determinó en los ojos de la mujer la locura encubridora de su acto, obsceno y caníbal.
Se masturbo sobre su víctima y finalmente reparo en acariciarle el cabello, entonces la mujer entregada al terror, la locura, el cansancio y la morfina descansó.
El limpió su instrumental y apunto en el registro médico sus observaciones, antes de alejarse por el pasillo.
Ella lo vio de reojo mientras se alejaba, y con la mano derecha sosteniendo el muñón de su mano izquierda, ya no sabía si soñaba, o si la morfina le hacía alucinar. Mañana todo estaría mas claro.

lunes, noviembre 10, 2008

Arte corporal.


Tras un fuerte empujón, los investigadores lograron entrar al apartamento, afuera quedaron los curiosos en sus batas de dormir y con los ojos despabilados por el morbo.

Adentro en medio de la sala, sobre una alfombra, rodeada de velas e incienso, la víctima, impecable aguardaba sin conciencia su descubrimiento.

sus cabellos aún aplanchados describían leves y delicadas curvas hasta sus pechos, y luego empezaba el horror maestro justo en su cara, una lágrima fielmente resguardada tras un surco ligero, delicado y fino hecho a cuchillo de la trayectoria hasta la mejilla, misma que delicadamente fue sanada y maquillada para disimular los vasos capilares que debieron reventarse ante el dolor causado por las heridas en su cuerpo.

La mujer desnuda era un jardín desconcertante de raíces y mariposas muertas tatuadas en la piel de la víctima, los cortes impecables dibujaron arabescas y redondeadas curvas sobre su piel, que sistemáticamente se cauterizaron con tal técnica y maestría que plantaron entre la piel, tendones y carne muerta distintos tonos entre violeta, rojo, azul, plata y blanco, sin disimular en su cara mas que la mueca de dolor y no el horror en sus ojos, de manera que la mujer, joven, blanca, inocente no fue mas que perfecta para la ilusión de enraizarla a la alfombra previamente dibujada con tiza pastel.

Los policías que nada sabían de arte, extrañaron la sangre que parecía haberse contenido como pintura sobre un lienzo, aunque las marcas leves, bellas y perfeccionistas no ocultaban el horror en sus caras de saber a la víctima viva y cociente durante el proceso, y aunque el arte era excelso, la escena no dejaba de ser macabra.

Lo demás fue procedimiento, tirar a patadas la puerta de el fondo, encontrar al asesino extasiado; sonriendo; en una tina llena de cremas, olores , desnudo, con velas y aceites aromáticos a su alrededor; sacarlo de el pelo, tirarlo boca abajo en el piso y esposarlo; fueron todo un solo acto, que no alcanzó para sacar al artista de su inspiración. Parecía que leerle sus derechos fuera no mas un formalismo, el subido en su nube no respondía, soñaba realizado por su obra.

Los forenses miraban y remiraban a la víctima, el pensó que contemplaban, en medio de todos los aromas revueltos en la habitación vio las pupilas de la mujer que hizo mas que suya sin alma, pero alardeo de su obra, camino sereno y sin resistencia, y de pronto un leve olor a semen llego hasta sus sentidos, su cara paso de la magia a lo terrible, se sacudió una lágrima mientras lo escoltaban fuera de el apartamento, sonrió poseído, el poeta, el escultor, el artista se trasformaba, el tipo volvía a ser monstruo, y sonreía.
Ilustración Oscar Pérez.

lunes, noviembre 03, 2008

Extraño despertar.

Despertó a media noche rodeado de una extraña incertidumbre.
Todo apagado, todo en silencio.
Le extraño no recordar el momento en que se acostó.
La computadora encendida era el único recurso de luz, ya que afuera la nada parecía acapararlo todo.
El silencio imperante le molestó, no era normal, se dijo; mientras la ansiedad llenaba su pecho y la habitación; igualmente el silencio era extraño, ni los perros, ni el ruido de los vehículos que rondaban la madrugada habitualmente, ni el viento soplando, ni los grillos en su ventana.
Se levanto y sintió un leve mareo seguido de un fuerte dolor de cabeza, y la garganta seca; algo paso!?; pensó alarmado, no es normal esta noche sin noctámbulos; era fin de semana, y no distinguió entre paranoia y razón.
El reloj despertador parpadeante y la computadora reiniciada le hicieron caer en cuenta de un apagón; tal vez no es nada; trato de tranquilizarse; pero de pronto se sintió demasiado solo en el mundo, y la oscuridad repentina era demasiado cercana, las luces de los mercurios apagadas, miró por la ventana, y un escalofrió le subió la espalda hasta el consiente; ahora estaba bien despierto, y le era extraña y perturbadora la madrugada, entonces se levantó hasta la portátil y apresurado trato de conectare al Messenger; allí siempre algún noctámbulo le esperaba, trato una vez, y trato dos veces pero nada… a la tercera fue la vencida; pensó al ver que finalmente la conexión funcionaba, pero su alarma fue pausada y a la vez terrible al darse cuenta de que sus sospechas eran fundadas, algo terrible debió pasar y estaba solo, nadie, absolutamente nadie excepto él estaban conectados en el Messenger; estaba solo, y ya no podría dormir; no le quedaba mas que esperar que amaneciera para ver que pasaba, mientras tanto, trato de levantarse para hacerse un café.