Entonces uno se da cuenta que la soledad no es solo ausencia de compañía, que no es que tu amor no me llene, que tu presencia determine mi existencia, o tus ojos mi risa y alegría, te das cuenta de que existe una soledad silenciosa y oscura, como un demonio, una soledad personal, como aquella canción misteriosa de la que nunca supiste el nombre y que aún hoy te dá ganas de llorar.
Es confuso extrañarte teniéndote aquí, y sentirme tan distante estando en casa, por lo menos, van acabando los días de fiesta y el maldito diciembre y la falsa bonanza, yo sigo igual, no cambie durante el carnaval de fin de año como los otros, pero los demás alrededor se llenaron de una puta e hipócrita alegría y un aire de bienestar que termino en resaca, creo que me afecto quedarme fuera de la borrachera colectiva a diferencia de antes, era más sencillo no pensar; estar loco , te he extrañado tanto en este tiempo y a mí mismo que de pronto tengo miedo de que vuelvan los días comunes, volver a la gente inmisericorde y estresada, volver al odio generalizado y el egocentrismo, a la apatía, a la guerra de todos contra todos... a volver a ser un silencio que guarda silencio ante el ruido de la cotidianidad, a volver a ser una oscura oscuridad ante el neón deslumbrante, a volver a ser soledad en la apatía de la compañía inconveniente por conveniencia.
Mejor quedémonos en el mañana; a fin de cuentas se dice que todo tiempo futuro será mucho mejor; volvamos a nuestro juego de soñar y adjuntémoslo a este ciclo, alejémonos de la gente, olvidémonos del bien, y el mal que como todo lo relativo es indistinto, encimemos la muerte más allá de la vida, llévame al Mar de Orión a jugar con las olas, dejarme llevar por el vaivén infinito, calmo y salvaje, espérame en la playa, déjame arremeter en tu cuerpo como las olas, ir llenando cada rincón mientras te voy dejando rendida en la playa, y golpeo con fuerza tus caderas con mi cuerpo de agua y sal, entonces me vuelvo abrazo sobre tu piel, mientras beso tu sexo con mi cuerpo de mar y subo por tu vientre y tu pecho hasta finalmente encontrar tu boca, ya con mi cuerpo de hombre, para hacerte el amor en la arena, bajo el cielo infinito.
De nuevo el silencio me despertó del letargo, estaba lleno de arena; gracias.
Me fui al cuarto de los niños, tratando por última vez arrancarle a la noche un cacho de calma, los cobije y los besé, estaban tan tranquilos y ajenos de mi insomnio, que aguante la respiración para dejar intactos sus suspiros en el aire, y es que anoche no podía dormir abrumado por la soledad, por la oscuridad, por el silencio, ese que los hombres manejan tan bien en la selva de hormigón frio, pero viéndolos, de pronto uno se siente de nuevo niño, de nuevo vulnerable, y entiende el miedo y el temor en los ojos de los padres; cuando te decían que todo estaría bien, y no era cierto.