viernes, abril 28, 2017

Efimero

Lo que algunos llaman ver pasar la vida, no es más que un conjunto de distracciones que en muchos casos ocasionamos nosotros mismos.

Estamos tan absortos como sociedad en redes virtuales y en la tecnología, que dejamos pasar demasiadas cosas por alto. Pero eso no es un mal moderno, no nos equivoquemos, antes la gente no era distinta, pero si, siempre preocupada por tener, obtener, contener, ostentar; fuera un auto, fuera una casa, un título, una tierra, ahora es mas simple pero no diferente, la gente va con el status que su ropa, su teléfono, sus suscripciones le revisten, refleja ante los demás una vida perfecta inventada, retratada y acomodada en redes sociales, el contacto humano, personalizado y directo se ha venido perdiendo, pero no por que no se pueda dar, todos salimos a la calle día a día y estamos rodeados de gente, caminamos junto a ellos, tropezamos con ellos, pero no los vemos, no los sentimos, por que suelen ser fantasmas ausentes como nosotros; entonces, como decía, no es por que no podamos, es por que no queremos, no estamos interesados en ello.

Hoy, una cita es la foto de un café en una terraza de algún centro comercial, unas vacaciones, la foto de una playa con hotel 5 estrellas de fondo, una salida con amigos la foto de las cervezas que se han tomado, todo se vuelve gráfico, ya no es lo que se siente, es lo que aparenta; y sin embargo es innegable, ni siquiera los adoradores de los sentidos pueden hacerlo, no puedes publicar en ninguna parte la mirada que te conquistó, ni el cosquilleo en el estomago cuando rosas la piel de la persona que amas, ni la explosión de sentimientos y júbilo de hacer el amor, ni el calor, la calma y regocijo de abrazar a un hijo, o el dolor intenso de la ausencia que se te viene encima cuando alguien muere, o cuando te engañan o traicionan, 

Vemos pasar la vida, no por lo que hacemos, vemos o proyectamos, si no por todas las pequeñas cosas que dejamos pasar por alto por llevar la cabeza baja y nuestras energías y pensamientos sumidos en una modernidad absurda que nos separa de lo que realmente somos, fuimos, dejamos de ser. El cielo nublado con las nubes en apariencia aradas sobre el manto celeste, las olas del mar a lo lejos jugando consigo mismas, la vitalidad inecesaria de una mujer feliz en su locura jugando con el tránsito, un perro que pasa sonriendo (creo que era el perro más feliz del mundo en ese momento), un árbol milenario que nos cuenta en una sola observación todo lo que ha visto en sus cientos de años, o la chica que de pronto se vuelve en el bus y mira sugerente a un chico para que le hable, y entonces él dubitativo entre los amigos de su celular a los que no conoce se da cuenta finalmente de lo efímero, guarda su celular en la bolsa, saca su cabeza de la virtualidad, y entonces mira y se da cuenta de sus ojos, de su piel, de sus labios, la llama con su mirada y se acerca sin mover un músculo siquiera; se acerca en realidad, se levanta mientras piensa que le va a decir: probablemente le invitará a sentarse y le dará su asiento, luego de conversar un rato le dará también su número, después su tiempo, un beso, le bajará  la luna, se enamorarán y se darán sus cuerpos, su vida, y todas las cotidianidades que vienen después de una simple mirada en un bus, que al verse con atención y detenimiento, ya no resulta ser algo tan efímero.