lunes, agosto 31, 2009

La vieja.


Era uno de esos pueblos detenidos justo después de la quiebra de el ferrocarril y las bananeras; en realidad no sé como llegue ahí, pero mi madre y mis hermanos nos encontramos en medio de la pobreza y la decadencia de gentes un poco salvajes y violentas, como el sudor despiadado que cubría sus cuerpos, por el calor espeso que circulaba como humo en el aire.

El tío de mi madre; un viejo pervertido y algo criminal; me miraba mas que como progenitor como pervertidor, mientras insistía en llevarme a tomar algo al pueblo aduciendo –"ya esta muy guión, hay que hacerlo hombrecito!"- y así llegue a una cantinucha llena de viejos sucios como él, donde se tomaba un terrible guaro de contrabando, y las putas viejas y gordas se restregaban contra los clientes. –Este lugar me asquea!- le dije al tipo que besaba a una mujer cuyos dientes habían pasado a mejor vida junto a su belleza. –A cabrón! Lo que querés son putas buenas!- pagó la cuenta mientras se despedía de todos a gritos y con la mano arriba; tomándome de el hombro me llevo afuera y me encamino hacía los potreros –No esta lejos!- me dijo, y yo que solo quería pronto olvidar ese olor a sudor añejo y alcohol que se me quedo impregnado en la nariz, lo seguía con desgano pero sin protestar.

Caminamos un buen rato entre calles de tierra y casillas olvidadas hace mucho, donde sin duda solo vivían los fantasmas, para llegar finalmente a una choza escondida a penas a unos metros de la callejuela principal.

Nos recibió una vieja, saludó con un apretón en el hombro a el tío de mi madre, mientras no dejaba de mirarme –Traen plata?- una sonrisa mutua fue la respuesta.

Detrás de una puerta maltrecha encontré un paraíso olvidado y conquistado por demonios, olía a flores muertas, y mi sorpresa se encendió al reconocer semidesnudas las siluetas de pequeñas prostitutas con sus alas desgarradas; que tapizaron de plumas blancas y sucias el piso de aquel miserable y oscuro aposento. –Son niñas!- grite, la vieja sonrió con malicia y sus ojos llenos de maldad y frío me confirmaron la respuesta.

Era como una abuelita la tal señora esta, como la mía quizás, pero sin esas añoranzas en los ojos, pero sin aquel corazón ablandado a golpes por los años y las soledades, era todo lo contrario, en su mirada encerraba demonios sin duda, y de vez en cuando alguno se le asomaba como sonrisa por la boca.Dónde están las nuevas?- pregunto este tipo; que ya mas que asco me causaba odio; –Atrás amor, pero estas están casi nuevas, así que son mas caras!- entonces encontré en mi mirada a una pequeña niña flaquita, con sus ojos tristes llenos de pesadilla, pero el brillo de querer jugar con muñecas aún intacto en el fondo de su rostro; este maldito se adelanto y la manoseo, ella me recordó a Kassandra; la niña que fue mi compañera de infancia alguna vez y que vomitaba mariposas; y aunque no debía llorar, desdibujo en tragedia, pánico y desesperación su cara. –Déjela!- grite! –Seas pendejo maricón!-me dijo lleno de rabia, lo que significo en mi la histeria y el detonante de mi furia desequilibrada; una locura ilógica y suicida en manos de quién cree aún poder cambiar el mundo.

Me lancé sobre él con los puños cerrados, él respondió golpeándome con furia –Sos un playo como tu tata! Que bueno que se murió ese infeliz!- y eso fue todo! Cegado por la rabia y los golpes respire la sangre y la miseria, convulsioné y sangré por la boca, mi cuerpo e inexperiencia me evitaron ponerle un solo puño encima, en cambio entre él y la vieja me golpearon hasta dejarme tirado en un charco de sangre, la niña lloraba, yo me perdí de mi hasta la muerte, lacerante, perdido, ausente, mi cuerpo hecho añicos ya no podía contenerme, aunque se esforzaba por retenerme.–Tirémoslo en el escusado de hueco!- dijo la vieja –Mierda! Qué le digo a mi sobrina ahora?!- -Olvídalo hijueputa! Lo matamos!! Hay que deshacerse de él y ya! y hay de la que diga ni media palabra putas! - sentenció la vieja. Así vi desde mi mismo como me arrastraron por aquel tugurio, sumando a aquellas niñas otra pesadilla, mi cuerpo dejo sus fluidos y su sangre enredados con las plumas y la tierra, las chiquillas rociaron por mi cuerpo sus lágrimas, rezaron sus secretos milagrosos y me dieron sus bendiciones de aquellos que viven el infierno en las carnes; la vieja las callaba; ellas volvían a llorar; la vieja las volvía a maldecir; finalmente el golpe, la caída, el sumergirse en el caldo de cultivo, en la oscuridad del hueco de el escusado solo mierda!, ahora yo me pudriría allí, la rabia me mantiene activo revoloteando cerca de mí mismo, cuan malditos estos malnacidos! prostituir a esas niñas, sus ojitos, sus cuerpos madurados a la fuerza! y yo aquí muerto! yo aquí podrido y hecho añicos! lloré las lágrimas de la rabia, sé que no lo hice con el cuerpo por que la sal de las mismas no me ardieron en las heridas, mas si las lágrimas milagrosas de las niñas.

Llego la muerte, llego el silencio y la oscuridad.

Desperté fuera de mi cuerpo, el odio y la rabia me invadieron, estoy mejor; es hora de vengarlas, mi sombra sale de el escusado de hueco, camina lento hasta la casa, la vieja se horroriza al verme venir.

jueves, agosto 27, 2009

El último día de mi vida.

Último día
Felipe Granados (1976-26/8/2009)

Quiero que sepan que me sentí tranquilo la noche en que maté a dios, dormí como un bebé.

La voz temblorosa me pregunta qué clase de animal me gustaría haber sido, yo digo que un conejo de peluche al que se le cayó un ojo de botón de tanto afecto que le dio su dueño, a saber, un niño de 6 años, como Juan.
El silencio que sigue dice mucho. Del otro lado del teléfono alguien que me quiere bien, elige las palabras… no puede… no hay manera de decir esto de una forma bonita.
Voy a morir.
Mi último día debería empezar temprano, muy temprano, tratar de ser metódico, práctico, cosas que nunca fui en mi vida. OK, un intento. El último.
7:30 a.m. Escribir que no quiero ningún ritual que pase por las manos de ninguno de los dioses conocidos. Quiero que sepan que me sentí tranquilo la noche en que maté a dios, dormí como un bebé, sin miedo ni del infierno ni de ese otro gran abismo al que todos llaman cielo. Que para mí la literatura, o más bien, los libros y escribir, cumplieron con todo lo que a otros daba dios: consuelo, esperanza, castigo y una forma —no mejor ni peor— de tratar de explicarme qué mierda era la vida.
8:00 a.m. Arreglo que me quemen, tres partes iguales de mí llegarán cada una a un lugar diferente: el volcán Irazú, el lugar donde estuvo mi primera casa en el mundo y el Puerto. En esos tres lugares fui feliz.
8:20 a.m. Una taza de café y varios cigarrillos, me juré que a las once de hoy dejaría de fumar; yo cumplo, trataré de no pensar en otro tiempo, en otras tazas de café y cigarrillos, ya lo dijo De Cuenca: la nostalgia es un burdo pasatiempo.
8:30 am. Lloro, lloro, pero sigo haciendo cosas, mientras tomo una ducha, mientras me afeito, mientras entro por última vez en ese milagro del calzoncillo limpio, lloro y me miraré al espejo para ver qué se siente ver a la cara a un hombre muerto que llora.
9 a.m. Me limpio la cara, salgo de mi casa a desayunar con mis hijos, Juan y Lucy, los beso despacio y me voy.
10:00 a.m. Tomarse las pastillas, no olvidar las pastillas, aunque ya no sirvan para nada, continuar el ritual de las pastillas, sentir el gusto idiota de hacer algo sabiendo que no sirve para nada.
10:20 a.m. Llegar a San José. Caminar por el pasillo de las flores del Mercado Central y no pensar en otra cosa que las flores.
10:40 a.m. Sentarme a conversar con un extraño sobre nada, de lo que él quiera: fútbol, política, Latin American Idol, no caer en la tentación de juzgarlo, no sentirme mejor que el otro, no sentirme.
10:45 a.m. Buscar mi marisquería favorita y pedir un ceviche, una sopa y camarones.
11:30 a.m. Llamar a mi mama por teléfono, decir gracias.
11:45 a.m. Dejar de fumar, yo cumplo, tarde, pero cumplo. Volver a mi casa.
12 en punto. Buscar el noticiero de radio que justo a las doce pasa el “Avemaría” de Perry Como y recordarme cuando era niño y me ponía el uniforme de la escuela.
12:15 p.m. Terminar algo de lo que he estado escribiendo.
1:00 pm. Llorar otro poquito y ver La Mansión Forrester para amigos imaginarios y reírme de Blu, reírme mucho, si es posible con Juan y Lucía en mi cama.
2:00 p.m. Poner mis canciones favoritas.
2:30 p.m. Leer El principito, el último monólogo de Novecento y los capítulos finales de El dios de las pequeñas cosas.
6:00 p.m. Llamar a un amigo, decir gracias.
6:30 p.m. Preparar una cena decente para mí, y ponerme ropa bonita y tratarme como al mejor.
7:00 p.m. No hacer las paces con mis enemigos, no perdonar los crímenes contra mí, no sobornar al perro más grande de las culpas con ninguno de estos actos.
7:30 p.m. Cenar, comer un helado, recaer con un cigarrillo y no sentirme mal.
8:40 p.m. Llamar a ese numero que recuerdo tan bien y que no volví a marcar desde hace mucho, escuchar la voz en la contestadora y no decir lo que tengo que decir, después del tono.
9:00 p.m. Poner Nina Simone, mucho Nina Simone.
9:00 p.m. Pensar en aquel astronauta falso que vi una vez, pensar en lo que dijo: “Para ser alguien que nunca estuvo preparado para vivir en este mundo, creo que lo voy a extrañar”.
10:00 p.m. Quitar de la refri la foto donde estoy junto a mis hijos.
10:05 p.m. Llorar hasta dormirme.
11:00 p.m. Dormirme.
12 en punto. Soñar con conejos de peluche, tuertos, pero felices.

lunes, agosto 24, 2009

Mirada de niño perro



Lleva días amantándose de su madre muerta y putrefacta, hasta que la leche de sus pechos; ahora a punto de estallar por la mastitis; se cuajo hasta hacerse queso, y ahora sangre; y me mira desde donde estaba recostado sobre el hombro de ella; se puso de pie y me hace cara de enojado; me mira y ya no es el mismo; aprieta los puñitos, no es mas que un pequeño chico todavía, pero tiene piernas que corren, tiene manos y uñas que arañan, tiene dientes que muerden, y tiene odio en la cara.

La puerta esta lejos, gruñe, se tensa; se asusta donde doy un paso, trata de refugiarse en la mujer muerta, le toma de la mano, me ladra, se resbala en la carne blanda, cae sobre esta, vuelve a ser niño y se acurruca en su pecho, le toca los labios, estira los suyos, pero ella no responde, se arrecuesta en su pecho, y al no escuchar nada se levanta, se enfada, me amenaza! y es un niño, un pequeño niño que no entiende que su madre muerta no responde, no oye, no nada!

Me acerco cauteloso, el pequeño bribón se vale de sus primeros instintos y parece poseído, yo solo quisiera llegar a él.

Me cogí a una fan, me decía sin parar mientras se lo hacía que jamás había estado tan excitada en su vida, y yo por dentro me reía, me reía como loco por que no me estaba conociendo, este era nada mas el personaje que es mi escritor cogiéndose a una fan; y me pregunte si sería normal sentir tal desprecio por la gente a mi edad; a fin de cuentas no soy tan viejo, y esta mujer, su sudor, sus jugos vaginales me dieron asco, casi vomito en su espalda mientras esta gemía y gritaba mas fuerte, excitada, y me vanagloriaba; no pude evitarlo; la saque y me regué mientras la mataba, la estrangule, de haber estado en mi casa hubiera tirado su ropa por la ventana y con una patada en el culo la hubiera echado a la calle, pero estaba en su casa, y el pequeño nos miraba, yo no lo vi hasta que salía, me apresure a irme pero los días me han traído de vuelta, y aquí esta el pequeño, con su pequeña mirada de niño perro, aún no escribo el cuento de su madre, pero estoy pensando seriamente empezar con literatura infantil.

Me repongo un instante de mi letargo, solo para verlo correr hacia mi, me tira al suelo de un golpe y me entusiasma su intento desgarbado por matarme, con sus fuerzas pequeñas, con su cuerpo pequeño, y sin embargo me preocupa sentir tal fuerza desproporcionada en un pequeño, lucho, pataleo, grito, lo golpeo y parece no responder, esta ciego de rabia, esta cagado de miedo, pero no como yo, que además me siento intrigado, que encima de todo estoy anonadado de esta suerte; debí dejarlo morir a su suerte y hoy que volví solo para cerciorarme soy su alimento; me ha mordido el cuello y con sus pequeños dientes ha roto alguna arteria, y mientras caigo en el mismo sueño que su madre, entiendo que los dos cuerpos le servirán para aguantar hasta que los vecinos vengan a revisar por que los malos olores y entonces, volverá a arreglárselas para sobrevivir.

Este mordisco arde como fuego y siento mojada la cabeza, la mejilla y el pecho, el pequeño con la boca de sangre vuelve al pecho de su madre, se recuesta tiernamente sobre él, me enseña los dientes por última vez mientras me lanza una última mirada de niño perro; esta vez en calma, ahora solo un cachorro pequeño.

lunes, agosto 17, 2009

He tenido una idea maligna.

He tenido una idea maligna, necesito entender, un manifiesto filosófico tan simple, pero nunca comprobado, mas puesto a prueba por él, desde los ojos de un asesino en serie; el dolor es dolor desde la visión de la adolescente que trabaja en la tienda y no vuelve a casa, hasta la señora rica sorprendida haciendo yoga en su terraza, los gemidos de una blanca, el llanto de una negra, el dolor terrible en sus caras, las suplicas demenciales de piedad, un muerto es un muerto en el estrato mas alto de la sociedad o en el campo rural, un asesinato es un asesinato en el anonimato, o en la escala más alta de la vida pública, y su modus operandi siempre el mismo, las toma por sorpresa y las seda, suficiente para que aún el dolor les haga gemir y llorar, las corta poco a poco y sistemáticamente, infringe en ellas el mayor dolor posible, se excita, se masturba sobre su victima inmóvil por las drogas pero que lo ve todo, lo escucha todo, lo siente todo.

Imagina que para ellas el golpe de semen en su cuerpo ha de ser una humillación terrible, por ello las conforta y las besa, les acaricia el pelo mientras las heridas infringidas en el cuerpo las van desangrando poco a poco, se excita de nuevo, mas esta vez siente el peso de sus actos y el remordimiento de alguien religioso, entonces se flagela el pene un poco, lo hace sangrar sobre el semen, sobre la sangre de la victima, dibuja una cruz macabra con los fluidos, mas la cara nunca se las toca, las deja inmaculadas y perfectas, con sus muecas de dolor; les unge con aceite las chacras del cráneo, las vendas son sin duda para rodearse el pene, sale como entra, como un fantasma, como un demonio, pero no es mas que un hombre, un hombre débil que necesita drogar a sus victimas para dominarlas y así cometer las vejaciones de su ritual liberador, sin duda él ve a los demonios que le gritan al oído, pero el parenterol no tiene el mismo efecto en todos los organismos.

Cerró los ojos mientras llegaba al clímax, su novena victima se recuperaba herida y torturada, invadida por la rabia y un sentido de supervivencia–Solo se te para si gimo de dolor y lloró maldito!- le dijo mientras utilizaba el cuchillo en su ingle, el mismo que él usó para torturarla, mas el asesino no grito, de nuevo lo corto pero esta vez en el pecho, el tipo sonreía y se excitaba mas, ella repitió la acción mientras el enfermo embriagado de dolor se venía, entonces entendió el manifiesto filosófico que le legaba.

De pie frente al asesino muerto y desfigurada por las heridas, sabe que necesita atención médica, llama al 911 y se queda de pie frente al cadáver de su torturador, el cadáver sonríe apaciblemente; pleno; ella se regocija y se excita, se masturba frente a su victima mientras espera a la ambulancia, a pesar de la sonrisa, ha distinguido una lágrima en la cara del asesino y una deliciosa; para ella; mueca de dolor en él, ahora ve a los demonios que le gritaban al “carnicero redentor”; como le puso la prensa; pero gritándole en los oídos propios, mientras tiene un orgasmo; -y si el ciclo cambia de género e inicia de nuevo?- se pregunta; la que hubiera sido su novena victima ha tenido una idea maligna, mientras los cruzrojistas comienzan a atenderla.

lunes, agosto 10, 2009

Niña en pijamas.


Le duele todo el cuerpo, y aún cuado entra de nuevo a ese cuarto donde ha sido de tantos hombres y donde el hedor a sudores añejos toman el aire de un colchon que apesta, su mente esta en otra parte.

Por hoy la jornada ha terminado, y no queda mas que dormir. Muchas otras de sus compañeras aprendieron desde temprana edad a drogarse para evitar sentir ese infierno de er penetradas una y otra vez,el semen caliente en la entrepierna, la boca, la cara; el olor a alcohol, a mierda a trabajo y a tierra de los clientes; pero ella en cambio prefiere solo abstraerse y recordar su sonrisa, ese cabello que la vuelve loca, esa caray esas manos que la hacen deshacerse en amor, y que la mierda de vida que lleva valga la pena.

Ya no hay asco en su cara o paladar cuando debe complacer con sexo oral algun hombre, es solo un movimiento mecánico, y no lo disimula con alcohol como las otras, simplemente imagina que esta afuera en el parque, correteando y riéndo con él, quién finalmente se deja atrapar solo para que ella lo abrace y lo bese.

Le duele todo el cuerpo y son solo 18 años los que lleva encima, tres de infierno, aunque el resto de su vida tampoco fue nunca placentera; aprendió muy chica que el sexo es una desgracia cotidiana en su vida, cada vez que un hombre se interesa en ella; primero fue su padre y luego sus hermanos mayores; pero a ella no le importa; tiene el oso de peluche impregnado con su olor para abrazarlo mientras duerme; no importa que sus 18 años pesen como si fueran 50, no importa que su cuerpo sea ya un arapo, que su vida sea una mierda, que no quede alma ni esperanza, por que nada importa y el sol vuelve a brillar cada lunes, y hoy es domingo por la noche.
Mañana al fin lo podrá ver, por que los lunes son el día en que la madame de la casa la deja salir con su hijito, entonces puede bañarse con él, mudarlo lindo, salir de esa maldita casa hedionda a sexo y vida, y ser niña otra vez, y por eso ella no tiene pesadillas en las noches como las otras, ella tiene sueños, sueños hermosos mientras usa una pijamita de punto que la hace ver tan niña como es, y sonrié mientras abraza al oso que huele a él, por que sueña y sueña maravillas, sueña por que para pesadillas, ya tiene el resto de los días.

lunes, agosto 03, 2009

El ruido tras la puerta.


Estás parada de nuevo en mi puerta como tantas veces hace años, y reabro la experiencia y el sentimiento de perderte, de que te lleven lejos de mi por tanto tiempo, exculpando errores ajenos; estas parada frente a mi con la cabeza baja como si mirarás justo el lugar en el suelo donde dormí la borrachera de el día en que te llevaron lejos de mi por cinco años, como si revivieras cada uno de los puños que di en el suelo esa noche por la impotencia, por todo lo que deje de hacer y decirte; y no trato de revivir esos momentos, no trato de traerte de vuelta; ya tu y yo no somos los mismos, ya nuestra historia no se repetirá, y sin embargo te he traído a mi casa con el afán de decirte que siempre he estado aquí para ti, que estaré mientras pueda, pero no levantas la mirada siquiera para verme que sonrió, que lo estoy fingiendo y que me apuro por que ya no escudriñes mas ese lugar en el suelo en el que me dejaste, del que apenas me he levantado para recibirte.
Te abrazo los hombros mientras te quito el abrigo, y te invito a pasar; he preparado una cena discreta pero hermosa, un detalle tan solo; el vino es el mayor lujo en ella. Tratas de decirme algo mientras te adelantas a dejar la puerta entre abierta; y yo de inmediato entiendo que no es para irte abruptamente; y sin embargo te dirijo a la mesa, pongo algo de música y dejo las luces bajas, sabiendo que nada de esto será para seducirte, es solo un estado de animo; y tu te sientas, revisas de nuevo tu celular y yo sé que lo estas esperando; pero este es mi momento y pienso sacarle provecho, tal vez incluso pueda rescatarte y cierres bien la puerta, por si acaso; y tu no lo sabes, estoy alerta, preparado; comes un bocado y tratas de decirme algo; yo te interrumpo y te hablo de el tiempo, de la vida estos cinco años desde que te fuiste, mientras tu, entre sorbo y sorbo de vino disimulas tus lágrimas; como si yo no lo supiera, y sigo conversando como si nada.

Tu teléfono suena y me preguntas por el baño; solo te digo que esta donde siempre, recojo los platos, me pides perdón y te levantas llorando, ahora sé que la puerta se abrirá en cualquier momento, y que cuando finalmente él te lleve apurado y dejándome allí como si nada, nunca mas querrás volver a saber de mi, aunque me llores luego en cada recuerdo; yo he esperado este momento tanto tiempo desde que te fuiste, que mas bien me impaciento por sentir el frio de la calle pegarme en la nuca, mientras tu te acurrucas junto a la bañera y lloras, escuchando todo lo que vaya a pasar, siguiendo el ruido tras la puerta; a fin de cuentas viniste hoy con la esperanza de que te salvara; pero como te dije, esta vez estoy preparado y justo cuando la puerta empieza a abrirse estoy listo para terminar lo que debió empezar hace cinco años, y tu escuchas el disparo desde el baño; y por primera vez te preguntas si iras a mi funeral en unos días, o me iras a visitar cada domingo, libre al fin.