lunes, abril 26, 2010

Qué solos se quedan los muertos (No y viceversa II)


Juan Ángel siempre fue un tipo conocido por todos por calmado, ecuánime y racional, quizás por eso su bar siempre tuvo éxito, a parte de el de el padre Ramiro quién mantenía el suyo a punta de presión y mercadotecnia en las misas, el de él siempre se mantuvo vigente y prospero en el pueblo a pesar de estar en las afueras, en el camino de entrada, frente el cementerio.
Su buena conversación, junto a su falta de prejuicios lo hacían buen confesor eso y sus consejos bien pensados lo hicieron con los años sitio favorito para quienes tenían algo que esconder, desde parejas infieles, bandidos, avergonzados y vencidos; todos terminaban siempre en las madrugadas de su bar, tanto que para evitar conflictos, hacía jurar a todos de palabra que nunca dirían a quién vieron ahí o con quién, ni por qué, como condición de ingreso, y la gente así lo respeto por años, incluso cuando la esposa de el alcalde lo engañó con el sacristán de la iglesia, Juan Ángel se limitaba a preguntarle a este sobre cómo estaban su hermana y sus sobrinos, mientras le pedía que por favor lo visitarán un día.
La madrugada que Luis Alberto entró al bar de Juan Ángel habían pocos clientes, pero no pudieron pasarlo desapercibido, éste entró todavía sacudiéndose la tierra y acomodándose las ropas, tratando de verse lo mejor posible; cuando algunos se levantaron para salir de el bar ante su presencia, Juan Ángel les recordó el juramento con la mirada, mientras salían, todos se despidieron de el cantinero, un par apenas alzó la mirada para ver a Luis mientras que Don Moncho, tomándolo por el brazo no sin ocultar su sorpresa atino a decirle: “visite a su mamá, no sabe lo que ella ha sufrido desde que usted nos dejo”; este le respondió con una cara inexpresiva.
-que va a beber muchacho?
-debería? Recuerde que ya no soy un cristiano como ustedes…
-aquí hay para todos muchacho, siempre ha habido y habrá
-deme algo fuerte entonces, la boca me sabe a tierra y tengo sed
-y que anda haciendo por aquí?
-Salí a buscarla Juan, me cansé de esperarla y salí a buscarla
-a pesar de lo que tengo frente a mí muchacho, creo que primero vuelve un muerto que ella, porque sigue con esa obsesión? Miré, tómese tranquilo el trago, y devuélvase a su tumba, no la busque más, no la espere más, hasta para un muerto como usted el tiempo es valioso como para perderlo pensando en una mujer…
No respondió, apuro el trago de un sorbo y se despidió de Juan Ángel, quién sin inmutarse continúo con su rutina.
A partir de ese día, se le vio rondar la calle de el cementerio, escampar el sol bajo los frondosos almendros, tirar piedras al camino para combatir el tedio, fijarse en la cara de todo aquel que viniera de entrada al pueblo, buscándola, esperándola que volviera con el regreso prometido, mientras pasaba el tiempo, y el verano se hizo sequía, y una tarde de octubre milagro; al principio fue noticia, escándalo y espanto, con el tiempo se volvió habitual, una sombra, una presencia; en todos los pueblos la gente se siente observada desde los cementerios, en este era cierto.
Todas las noches a la misma hora entraba al bar de Juan Ángel a pedir un trago, al principio, este le hablaba y aconsejaba, a fin de cuentas le tenía cierta estima, con los días cansado y viendo infructuosas sus palabras se limito a atenderlo como a cualquiera, incluso el sacerdote, quién vio en el tema una oportunidad de desacreditar al bar que era su competencia, la noche que entró al bar con la excusa de detener ese acto anti natural y contrario a la vida cristiana, impresionado al encontrar a Luis en la barra y ante la normalidad y tranquilidad de los otros clientes, no pudo más que balbucear un saludo mientras trastabillando daba media vuelta y salía a toda prisa .
Sin embargo un hombre de Dios no se iba a dejar amedrentar tan fácil, para las fiestas de la patrona de el pueblo, el cura resolvió hacer procesiones de muertos cada noche hasta el cementerio, con el fin de que Luis los siguiera, una suerte de exorcismo que alejara a los clientes de Juan Ángel; este no se inmuto por los hechos de esa semana, a fin de cuentas su bar era para aquellos que no eran bienvenidos en la iglesia, y Luis no torturaba a nadie, simplemente la esperaba, igualmente, atraído por el duelo de cada noche, se paraba tras quienes llevaban a la virgen luctuosa en hombros y los seguía; el escándalo y el susto eran de esperarse, aunque con los días, y resolviendo los devotos que era inofensivo y hasta un buen creyente, lo vieron como algo natural y obviaron su presencia. El cura disimulaba su cólera con el humo de el incienso, mientras Juan Rafael ofrecía bebida y comida a quienes cada media noche deambularan tras el acto religioso por la calle de el cementerio.
Era lunes, tras la última procesión de muertos, mientras se aprestaba a abrir el bar, llego Isabel, traía consigo a sus sobrinos, esbozando su primer sonrisa en meses Juan Ángel los recibió contento, tenía tanto que saber de su hermana que ni siquiera abrió el bar, los hizo pasar y converso con ellos, sin entrar en detalle de razones le ofreció a su hermana casa y dinero para mantener a sus sobrinos, no reparo en el tiempo de esa tarde y noche hasta que llego la hora en que Luis siempre llegaba a pedir su trago, se disculpo un momento y se dirigió al bar, en la puerta Luis aguardaba, contento; apenas vio a Juan Ángel sonrió y le mostró con la mirada el camino a lo lejos
–mañana por la mañana será su misa, en la tarde vendrá de nuevo a mi, y vos que creías en lo solos que nos quedábamos los muertos, y ahí viene mi María, vestida con el quimono de la muerte a mi encuentro, la traen a descansar en el mausoleo de la familia, entiendo que esta noche no abres amigo mío, pero esto merece que al fin nos tomemos un trago juntos, solo para celebrar-
-Claro que si mi amigo! Hoy también tengo que celebrar yo! Mi hermana y mis sobrinos están aquí y claro que no puedo más que celebrar tu alegría! Sean bienvenidos cuando gusten! Pero pasa, que los dolientes me dan frío-

lunes, abril 19, 2010

Vidrios a la francesa.


El ventanal de la sala sigue roto, hoy no me importa, igual no llega aún el fin de semana para repararlo.
El hastío es necio y me ha tomado, poco me importa. Llamo a Michelle por celular de nuevo y me responde su contestadora, la muy puta francesita debe estarse revolcando con el ex novio, y a mí que me lleve el diablo.
No hay nada en la refri para comer, ni nada bueno que ver en la tele, la naranja mecánica de Burgess a medio leer me vale madre!

¿Qué se ha creído esta mujer? ¿Que por sus pechos firmes y sus largas y deliciosas piernas me voy a aguantar esta? Malditos sean los viajes de negocios que trajeron al aeropuerto a su puto ex novio francesito. A ella no le importa si es conmigo con quién anda ahora. Maldito pensamiento liberal el de estos franceses. Me retuerce el estomago pensar en su boca besándole el cuerpo, sus manos galas acariciándolo, su pelo lacio despeinado por un vaivén distinto a mi cadencia latina.

Me lleva el diablo. Me molesta entonces de nuevo el hastío y me estorban los cuernos. De nuevo la contestadora, de nuevo todos mis malos pensamientos, ¿su apartamento o su hotel? ¿Qué me dirá mañana? ¿Creerá que mi cara de idiota lo aguanta todo? Que por andar con una francesa, ¿estoy dispuesto a volverme toro?

¡Jueputa ventana! Voy a tomar las medidas! Debo entretenerme en algo antes de seguir pensando en ella. Arranco el plástico que disimula la ausencia de la mitad de arriba del ventanal, siento el frio de esta noche. Encuentro la cinta métrica y apenas después de tomar las medidas de arriba la pareja que conversa de el otro lado de la calle me la recuerda de nuevo, divago entonces, me lleno de rabia, no sé por qué, pero como vértigo el filo de el vidrio sobrante de el accidente de el ventanal me atrae, apoyo el cuello sobre él mientras la pienso de nuevo revolcándose al estilo francés con el ex novio, y siento como la fuerza rabiosa contra el vidrio empieza a cortarme, xenofóbico y despechado recuerdo como me habla en francés cuando lo hacemos, y hastiado y rabioso, presionando el cuello contra el filo de el vidrio quebrado, solo puedo pensar en guillotinas.
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Visto primero en Repertorio Americano.

miércoles, abril 07, 2010

No y viceversa


No creas que toda la vida será así, no siempre estaremos felices, no siempre encontraremos tardes como esta donde todo sale bien, donde todo es bacanal y fiesta, y tardes soleadas con risas, sonrisas y camaradería.

No terminaremos cada noche haciendo el amor apasionados y creyéndonos dichosos de ese amor, no todos los futuros serán promisorios, por aquello de que "todo tiempo pasado fue mucho mejor", y la mayoría de veces nada de esto responderá a nuestras acciones si no a lo hecho por otros, somos un manojo de acciones que terminan afectando de una u otra forma lo que somos, lo que creemos, lo que queremos, un compendio de hechos que van y vienen y desenlazan en una dirección u otra lo que esta por venir.

Y si además de todo esto, el futuro colectivo esta marcado por actos imprevistos? si no somos más que pequeñas partículas que ocupan un lugar en el tiempo y en el espacio que están a cada segundo propensos a cambiar?

No podemos esperar que solo ocurran cosas buenas, por cada ganador hay al menos un perdedor y esta competencia es cíclica, se pierde, se gana, nunca se empata, si fuera este un mundo que se definiera por el bien común, todos estaríamos mal, un payaso que ríe ante los niños, y llora en la oscuridad mientras se le corre el maquillaje, cuál modelo que choca de frente con su vacío, y que hace llorar a un tipo cualquiera que la extraña; un payaso quizás?

Tenemos la compañía y la soledad, tenemos el miedo y la valentía, el odio y el amor, la alegría, la tristeza, el hambre y la gula, la pobreza y la opulencia, la verdad, la mentira y viceversa.

Te extraño, tengo los discursos aplaudidos y este monologo olvidado, un grito en la oscuridad que nadie escucha, tengo tu recuerdo y el olvido, al menos el deseo de realizarlo, mientras te deseo; cada momento sublime en la historia de el hombre surge de su banalidad y miseria, el desenfreno parte de los valores incumplidos, el amor de el desamor, mi obsesión de tu apatía; si tan solo te fijaras en mis ojos tristes cuando te veo; si reconocieras en mí el potencial humano de quererte, si me dejaras hacerlo.

La vida parte de la existencia y termina en el fin de esta, no sabemos ni podemos saberlo, si después viene algo más, el conocimiento, antítesis de la ignorancia tiene su arista en la fé, y yo creo en ti, en que un día me miraras a los ojos y reconocerás en los míos aquello por lo que tanto haz esperado; eso espero yo; quizás ni me busques, no te haga falta, ni me esperas, ni reces a tu dios por mi existencia, para ti todo son cuerpos, relaciones y adioses tarde o temprano, pero yo no estaré aquí tampoco para siempre, ni esperando ni añorando, eventualmente la conoceré a ella y en sus labios y sus promesas me olvidaré de ti, mañana quizás seas tu la que me olvide, cuando descubras otros ojos tristes que te esperaban, y un no vuelto sí será esperanza, y futuros promisorios, y diremos adiós a esta encrucijada, y a las viceversas de este no que en un rato, cuando te pida que salgamos puede que sea un si desesperado, que busca existir ante mi negativa, y mi miedo prejuicioso.

Hueles a mi, tu olor me excita, mujer, hueles a sangre, yo solo trato de entender dónde estás si no es aquí.

No cabe duda de la posibilidad de enamorarnos, y de ahí partir por el viaje de volvernos serios, formar un hogar, tener hijos, hacer vida, y en el trascurso morir enamorados de viejos o desamarnos, terminar odiándonos, soportarnos por los hijos hasta que estos ya no nos necesiten, olvidarnos entonces de repente, saborearlo como la libertad tan deseada, como si fuera un primer beso que termina, la almohada mojada por un orgasmo; la soledad desolada, el sexo y una caricia contra la indiferencia, el no conocernos, la indiferencia de reconocer nuestra existencia, el desconocimiento y las probabilidades abiertas de entender de pronto que la mitad de nosotros soy yo solo y la soledad de no haberte encontrado todavía, ante la posibilidad de que ni siquiera me estés buscando, como yo a ti.