lunes, abril 30, 2007

Esta noche.



No soy quién para detener tu vuelo. Quédate. Desnúdate. Tus ojos tienen miedo.
Mis labios en tus labios detienen un momento mi impaciencia y tu, detienes mi mano en tu entrepierna, sé que tienes tus reservas, sé cuanto soñaste este momento, como lo imaginaste, tratas de llorar en mi hombro mas no me detengo, te tomo y aprisiono entre tus piernas, mañana ya no serás la misma, déjame prometerte mentiras, enamorarte y volverme inmortal en tu memoria. Te tomo mujer por vez primera, soy cuidadoso, soy hipócrita, pretendo que levantes un altar en mi nombre para siempre en tus recuerdos, supongo ser el príncipe azul, la embestida que te hará mujer esta noche; niña; el hombre que será un fantasma para el que en verdad te ame, para el que no tendrás respuestas nunca sobre esta noche.
Me miras, me susurras quejándote que me amas, yo sonrió victorioso y te miento.

lunes, abril 23, 2007

Mujer de Fuego.

Hay dos intentos de escribir este poema que cierra el último elemento de mis mujeres. Por que tanto costo dirán ustedes? Simple, a esta mujer tuve que escribirle desde otra piel por que nunca la he amado, esta mujer fue pasajera, esta mujer fue solo un cuerpo, igual que yo para ella.



I

Cercado en tus ojos flamantes me perdí a mi mismo sin decir prefijos
Tus palabras, las dichas y las calladas hieren la piel de los hombres
Tu vientre absurdo es una llama que quema las entrañas

Me quemas y entiendo
Que no has olvidado, que no has perdonado.

La mujer de fuego no es la mujer que amamos y que nos ama, esta no reúne ninguna característica de las anteriores, es su reflejo en negro, es su neutro fotográfico, es la mujer egoísta y ego centrista. Es parte de esa hora oscura, es la soledad de la llamada que nunca esperas, que nunca llega; una deidad demoníaca, un vuelo de mariposas ahogado en el estomago, que nunca se volvió beso.

II

Anónima amante
solo recuerdo tu cuerpo
Me quemas y enervas los sentidos con el fuego
Tu vientre encendido y tus besos son
llamas insomnes de el recuerdo que no recuerdo
de el olvido que me forjo hombre
de la suerte insolente de tu humo asfixiante
Mi piel cuál combustible
Mi deseo inflamable
Jamás supe de ti bajo tu piel
El fuego encendido de tu pasión me aisló desesperadamente
de tu corazón sol mujer de fuego.
Enciendo un cigarro en tu nombre
solo quedas ceniza en mi recuerdo.

martes, abril 17, 2007

La Vieja.


Era uno de esos pueblos detenidos justo después de la quiebra de el ferrocarril y las bananeras; en realidad no sé como llegue ahí, pero mi madre y mis hermanos nos encontramos en medio de la pobreza y la decadencia de gentes un poco salvajes y violentas, como el sudor despiadado que cubría sus cuerpos, por el calor espeso que circulaba como humo en el aire.
El tío de mi madre; un viejo pervertido y algo criminal; me miraba mas que como progenitor como pervertidor, mientras insistía en llevarme a tomar algo al pueblo aduciendo –"ya esta muy guevón, hay que hacerlo hombrecito!"- y así llegue a una cantinucha llena de viejos sucios como él, donde se tomaba un terrible guaro de contrabando, y las putas viejas y gordas se restregaban contra los clientes. –Este lugar me asquea!- le dije al tipo que besaba a una mujer cuyos dientes habían pasado a mejor vida junto a su belleza. –A cabrón! Lo que querés son putas buenas!- pagó la cuenta mientras se despedía de todos a gritos y con la mano arriba; tomándome de el hombro me llevo afuera y me encamino hacía los potreros –No esta lejos!- me dijo, y yo que solo quería pronto olvidar ese olor a sudor añejo y alcohol que se me quedo impregnado en la nariz, lo seguía con desgano pero sin protestar.
Caminamos un buen rato entre calles de tierra y casillas olvidadas hace mucho, donde sin duda solo vivían los fantasmas, para llegar finalmente a una choza escondida a penas a unos metros de la callejuela principal.
Nos recibió una vieja, saludó con un apretón en el hombro a el tío de mi madre, mientras no dejaba de mirarme –Traen plata?- una sonrisa mutua fue la respuesta.
Detrás de una puerta maltrecha encontré un paraíso olvidado y conquistado por demonios, olía a flores muertas, y mi sorpresa se encendió al reconocer semidesnudas las siluetas de pequeñas prostitutas con sus alas desgarradas; que tapizaron de plumas blancas y sucias el piso de aquel miserable y oscuro aposento.
–Son niñas!- grite, la vieja sonrió con malicia y sus ojos llenos de maldad y frío me confirmaron la respuesta. Era como una abuelita la tal señora esta, como la mía quizás, pero sin esas añoranzas en los ojos, pero sin aquel corazón ablandado a golpes por los años y las soledades, era todo lo contrario, en su mirada encerraba demonios sin duda, y de vez en cuando alguno se le asomaba como sonrisa por la boca.
Dónde están las nuevas?- pregunto este tipo; que ya mas que asco me causaba odio;
–Atrás amor, pero estas están casi nuevas, así que son mas caras!- entonces encontré en mi mirada a una pequeña niña flaquita, con sus ojos tristes llenos de pesadilla, pero el brillo de querer jugar con muñecas aún intacto en el fondo de su rostro; este maldito se adelanto y la manoseo, ella me recordó a Kassandra; la niña que fue mi compañera de infancia alguna vez y que vomitaba mariposas; y aunque no debía llorar, desdibujo en tragedia, pánico y desesperación su cara.
Déjela!- grite!
–Seas pendejo maricón!-me dijo lleno de rabia, lo que significo en mi la histeria y el detonante de mi furia desequilibrada; una locura ilógica y suicida en manos de quién cree aún poder cambiar el mundo. Me lancé sobre él con los puños cerrados, él respondió golpeándome con furia
–Sos un playo como tu tata! Que bueno que se murió ese infeliz!- y eso fue todo! Cegado por la rabia y los golpes respire la sangre y la miseria, convulsioné y sangré por la boca, mi cuerpo e inexperiencia me evitaron ponerle un solo puño encima, en cambio entre él y la vieja me golpearon hasta dejarme tirado en un charco de sangre, la niña lloraba, yo me perdí de mi hasta la muerte, lacerante, perdido, ausente, mi cuerpo hecho añicos ya no podía contenerme, aunque se esforzaba por retenerme.
Tirémoslo en el escusado de hueco!- dijo la vieja
–Mierda! Qué le digo a mi sobrina ahora?!-
-Olvídalo hijueputa! Lo matamos!! Hay que deshacerse de él y ya! y hay de la que diga ni media palabra putas! - sentenció la vieja.

Y así vi desde mi mismo como me arrastraron por aquel tugurio, sumando a aquellas niñas otra pesadilla, mi cuerpo dejo sus fluidos y su sangre enredados con las plumas y la tierra, las chiquillas rociaron por mi cuerpo sus lágrimas, resaron sus secretos milagrosos y me dieron sus bendiciones de aquellos que viven el infierno en las carnes; la vieja las callaba; ellas volvían a llorar; la vieja las volvía a maldecir; finalmente el golpe, la caída, el sumergirse en el caldo de cultivo, en la oscuridad del hueco de el escusado solo mierda!, ahora yo me pudriría allí, la rabia me mantiene activo revoloteando cerca de mí mismo, cuan malditos estos malnacidos! prostituir a esas niñas, sus ojitos, sus cuerpos madurados a la fuerza! y yo aquí muerto! yo aquí podrido y hecho añicos! lloré las lágrimas de la rabia, sé que no lo hice con el cuerpo por que la sal de las mismas no me ardieron en las heridas, mas si las lágrimas milagrosas de las niñas.
Llego la muerte, llego el silencio y la oscuridad.

Despierto fuera de mi cuerpo, el odio y la rabia me invaden, estoy mejor; es hora de vengarlas, mi sombra sale de el escusado de hueco, camina lento hasta la casa, la vieja se horroriza al verme venir.

lunes, abril 09, 2007

Penúltima parada.




Era tarde, tomé el último autobús de vuelta a la capital.
La mayoría de los pocos pasajeros llevaban pesadumbre en sus caras, o el día había sido pesado, o la noche sería larga. Nada anormal, éramos los mismos adormecidos de siempre, yo con mi tranquilidad y mis distracciones de cada vez, dejaba que me arrullara la noche, las oscuras imágenes a través de mi cara reflejada en la ventana, todo era ausente, un vehículo, un pasaje, minutos muertos.
El autobús hace una parada, este hombre fornido y calvo corre hasta él y me llama la atención, salgo de el tedio. –Estoy retrasado- le dice al chofer al subir, nos mira a todos como buscando y al verme me sonríe, su mirada es maliciosa y la clava en mí, me distrae el murmullo de los demás, trato de ignorarlo, mas hunde de nuevo su mirada y su sonrisa mientras se sienta; del otro lado de el pasillo, dos asientos delante de mi; trato de ignorarlo, me sumerjo de nuevo en el reflejo de mi cara y en la calle.
Intempestivamente algunos bajan, apurados, sobresaltados, me miran por la ventana como queriendo decir algo, el chofer suda y me mira también, me encuentro con este tipo mirándome y sonriendo de nuevo, mis instintos se aceleran! mas no es posible, tengo que calmar mi paranoia, este tipo calvo que suda no puede ser un verdugo o un asesino, va tan apurado como los otros, el autobús acelera su paso hacía la capital, el chofer suda y me ruega que salte por la ventana con la mirada; mas no le hago caso, trato de calmar mis temores; veo al tipo sacar un puño de la chaqueta, me quedo inmóvil, el chofer se detiene en la penúltima parada, todos bajan, yo he controlado el miedo y me sumerjo en mi reflejo un instante, los veo a todos bajar y hacerme señas con los ojos que no entiendo, me sobresalto de nuevo, el tipo sonríe y la mirada le brilla, se levanta y saca un arma; un cuchillo; estoy inmóvil y paralizado en mi asiento, lo veo acercarse sonriendo endemoniadamente, veo al chofer por última vez viéndome con piedad por el espejo mientras arranca el autobús y cierra las puertas, el tipo se me acerca con el cuchillo y su endiablada sonrisa; suda; esta calle es muy oscura, el camino hasta la última parada extenso, supongo que el chofer fue quién subió el volumen de la radio.