sábado, diciembre 12, 2015

Saludos desde el silencio

Hoy ha venido a mi el silencio a pedirme que me muera, y la muerte a rogarme que guarde silencio, cierro los ojos y la oscuridad me recibe, presurosa y acompañándome de su soledad, tan breve.

martes, enero 20, 2015

Casualidad

Se encontraron casualmente, sus miradas, sus existencias, su asombro, como hace un millón de años no pasaba. Fue una casualidad, si, pero no fue una casualidad cualquiera, de esas que suceden por que un taxista decidió dejarla a ella a la entrada del negocio equivocado, ni de esas que no hubiesen ocurrido si él no se hubiera retrasado con el noticiero en la mañana, o si no se hubieran quedado atrapados en el tráfico que los llevo y no a su destino, fue algo más, fue una casualidad astral, una convergencia planetaria, una confabulación del cielo, el aire, los desapercibidos, de la existencia, y se miraron, se miraron por primera vez asustados, sorprendidos, desolados, y luego lo demás se detuvo, se oscureció lo redundante, todo lo que no era ellos dos dejó de existir en ese momento, y se hablaron, se dijeron te amo, se gritaron todo lo que sabían y sentían desde hace un millón de años que no se veían, que no se encontraban casualmente, por y sobre esta convergencia universal, pero en realidad ni se hablaron, fue un instante, un segundo, un suspiro, todo un solo acto, simplemente viéndose.
Y se encontraron, estrecharon sus manos, y se olvidaron de la vida que se hicieron el uno sin el otro, ella olvidó a su marido,  dejó de existir, olvidó el encuentro de más tarde con la amiga que le esperaba, él mando al cuerno la reunión de trabajo, y la ex  que lo molestaba, se besaron, se abrazaron, y lloraban, se habían encontrado después de estar perdidos el uno para el otro, creyendo ambos saber que él otro estaba  lejos e inalcanzable. Ese sentimiento de saber que lo imposible no existía los destruyo, y no pudieron evitarlo, a fin de cuentas un millón de años en la soledad de no tenerse eran más fuertes que la realidad y la rutina, se hicieron el amor apasionada y dolorosamente mientras derramaban las lagrimas de el uno en el otro y se acariciaban las caras. Eran solo 12 años en que la casualidad no había ido por ellos a juntarlos; 12 años tarde de este encuentro, pero un millón de años en sentimientos, él siempre supo que ella existía en algún lado, ella nunca lo olvidó de otras vidas, y estaban allí, posibles, cercanos, haciéndose el amor mientras todos los veían,  tan solo de pie uno frente al otro, felices de encontrarse pero desdichados de la tardanza.
Ella retrocedió entonces, se enjuago la cara, le miró de nuevo y sonrió con una mueca de llanto, le dijo adiós y que lo amaba, él simplemente respiró hondo y pretendió seguir como si nada, titubeo, trato de ir por ella pero desistió de inmediato, se confundió con la gente, con la ciudad, y volvió a pretender como ella, que lo olvidarían todo de nuevo otros 12 o un millón de años, sin saber, sin entender que en realidad esto no les había juntado de nuevo, si  no vuelto a separar en otro rumbo, por que ella se fue con él vestida de olvido, y él se quedo con ella escondido como silencio en el ruido de San José, esa ciudad en la que todos corren como si escaparán de algo, tal y como lo habían hecho un millón de años antes él de ella y ella de él.