lunes, mayo 28, 2012

Efímero


Laura se acaricia el vientre, le habla, lee mira; Federico la descubre y se abruma, ella trata de esconderlo, pero su mirada la delata, es el susto, y una impropia inocencia brillosa de quien ya no lo es.
Se le acerca y la abraza, llora, pone su mano sobre el vientre también, y con la pesadez de quién tiene una gran carga le pregunta: "por que?!"; ella musita cualquier palabra, "es tan lindo estar así" y llora; sabiendo que pasara mientras él asiente con la cabeza y el vientre se estremece.
Siempre que ella había quedado en cinta había perdido a la criatura cercana a la semana 20, un pedazo de humano formándose, que late y se aferra a una vida por demás perniciosa en su contra, y se escapa, se escapa indefenso y engendro fuera de un vientre que es incapaz de sostenerlo; mientras Laura, mientras ella se niega a no sentirse mujer aunque sea unas semanas, Federico se frustra y entiende, pero no entiende por que asesinar a tanto inocente... "amor, otra vez dejaste de tomar las pastillas, y la opción de adoptar?" Ella se calla avergonzada un momento, "no es lo mismo sentir esto, déjame ser mujer unos días, aunque después tenga que ver a mi bebé escurrírseme entre las piernas en ríos de sangre! déjame! a fin de cuenta un día de estos me muero y tu ya serás padre con otra! yo solo sirvo para soñar con este pobre embarazo hermoso y maldito!
Ella llora y Federico de un salto se levanta, lo escucha por la casa agitado hasta quedarse dormida.
Despierta, su vientre le arde y la cama llena de sangre le hace saber que ha ocurrido finalmente, otra vez abortada su femineidad, otra vez abortada su efímera alegría.
Olvidó con tristeza, guardó con rabia la última caja, era un maldito sin duda! Olvidarla de esa manera! Dejarla sola cuando más lo necesitaba!
Miró el espacio vacío que las cajas llenas de biberones, pañales y ropa de bebé que no llenaban el espacio donde el hombre que amaba guardaba antes sus cosas, pero la soledad de su vientre lo hizo inventar la distancia, abrazo su tristeza estéril mientras lo maldecía, cayo sentada en el piso frente al closet: mientras lloraba desesperadamente su soledad. Su vientre se volvió a estremecer, era la hemorragía; se desvanecia, su mente empezó a volar.

lunes, mayo 21, 2012

Amantes en una trinchera


Cuando la guerra volvió dolor y ruinas la casa, mi primer impulso fue correr a buscarlo, tu, siempre mas ecuánime no me lo permitiste, y la angustia me nublo a partir de allí la mirada. Cuando ya no pude esperar mas, y salí por entre las calles destruidas e incendiadas de el barrio, en medio de la polvareda blanca de el concreto derrumbado y ese sordo sonido blanco de mis tímpanos destrozados por las explosiones, el vecino apareció con él; "lo siento! no pude salvarlo ni a él ni a mis niños, pero al menos te traigo su cuerpo", me dijo llorando sin que yo le entendiera tras varios días, mientras que por varias noches repase el movimiento de sus labios. Me entregó a mi hijo muerto, tu corriendo llegabas en ese momento, se derrumbo a llorar sus muertos, y lo dejamos ahí en medio, solo, sin darle un gracias, sin darle un "hasta luego"


Te entregué a mi hijo muerto, y la sangre y el dolor en su rostro se hicieron polvo en tus manos, se le seco la piel, se le seco la niñez, y una telaraña me quito para siempre el brillo de sus ojos; se me estremeció el vientre y hasta entonces reaccionas, me abrazaste por la espalda y lloraste, gritaste, desesperado me juraste cuidarme con tu vida, que ya veríamos la forma de salir de allí, y me besaste el vientre, le explicaste a nuestro bebé lo que ocurría, y juraste protegerlo.


Te vi llorar y sudar cada bocado de sangre que me servías, te vi arrancarte la piel para alimentarnos, me serviste lo que encontraste, una rata, una araña, tu piel, tu semen; pero no tocaste ningún muerto, lo sé por que mientras dormías vi que te faltaban dos dedos de la mano, y lloré por que esas eran mis manos, las manos que me hicieron enamorarme de ti.


Que sentido tiene sobrevivir a esta muerte? mi hombre mutilado, en su espíritu; no deja de llorar a mi hijo muerto hecho polvo, y esta criatura que me crece en el vientre... que le espera? que sentido tiene sobrevivir a este dolor, a esta miseria? vivir cada día y amanecer mañana? solo otorgan otro día para seguir sufriendo, para seguir maldiciendo tus labios cuarteados que no me besan, tus ojos llorosos que no me miran, tu cuerpo maltrecho que no me ama, y a mi niño muerto y amortajado en una bandera de una maldita patria que fue madrastra, y pederasta, que sentido tiene? si este vientre dejo de latir desde el momento en que nuestro pequeño se hizo polvo en tus manos?


Finalmente despiertas; mi cuerpo tiembla y mi entrepierna arde, arde un dolor apenas perceptible por los invisibles y demonios en mi cabeza, te entrego mi útero muerto, tu con pánico lo tomas y bajas la cabeza, el mismo que ya no late se hace polvo en tus manos, se seca la sangre que gotea en la tierra de nuestra trinchera; entre la sala y la cocina que eran está; una telaraña se lleva para siempre el brillo de tus ojos, ya no me miras, solo levantas la mirada y ruegas a Dios, o mas bien le reclamas! te oigo murmurar "por qué Dios!? Por qué?" y Dios en traje caqui y con casco, parado sobre los restos de la terraza te dispara justo en la frente, y te veo caer abrazando mi útero, alcanzando a nuestro hijo.
Dios baja con algunos de sus ángeles, y al ver la bandera que sirve de mortaja a mi vientre vacío me apunta con el rifle, yo levanto una oración, Dios me golpea con la cacha de el arma y él y sus ángeles me violan repetidamente durante la noche, cada vez quema mas la entrepierna, y alguno que resulto ser el ángel de mi guarda me limpia con licor tan solo para seguir violándome. Te veo al lado muerto hacerte polvo, y de nuevo entonces aparece mi ángel confortador con su rifle, me envía un beso que sumba en el viento, entonces dejo de orar, se viene el silencio, se viene la oscuridad.

lunes, mayo 14, 2012

La invención de la distancia


Estoy en el mismo café, la misma mesa, te espero. Llueve, la gente corre en busca de el abrigo frío de el concreto. Te estarás mojando? Miro el reloj, también la muchacha que me sonríe tras el mostrador hipócritamente, mientras manda al empleado a avisarme, que es hora de cerrar, yo aún te espero. Dejo el dinero sobre la mesa y tomo las rosas que te aguardaban, se las doy a la muchacha que las acepta por cortesía. Me abrigo en la puerta, vuelvo a buscarte en medio de los que corren. El empleado trata de darme el paraguas que deje en el asiento –no gracias, prefiero mojarme- meto mis manos en la gabardina y camino despacio, yo sé que tu moras en el viento, lo sé por que huele a ti. Tropiezo, caigo en la acera, la gente aunque se da cuenta no se detiene, me siento en el caño a quejarme no de la caída si no de tu ausencia, de pronto te siento a mi espalda, me dices despacio –mírate a ti, que viniste a inventar la distancia!- no te vuelvo a ver, tal vez por vergüenza o por miedo a tu cercanía, dejo que te alejes mientras le vuelas a una señora la sombrilla y despeinas a la oficinista que ya no le importa porque esta empapada; ni siquiera vuelvo a verte, te alejas silbando y esparciendo lluvia, la gente te confunde, mas yo sé que eres la misma que abrió una noche la ventana y se lanzó a la distancia, mientras yo dormía.