lunes, febrero 22, 2010

Fundación de la tristeza II


Finalmente concluyó tan simple, tan relativo, dijimos adiós queriendo llorar y sin ser capaces de abrazarnos y hacerlo, tú te ibas de mí para siempre, para qué llorar sin nosotros? para que enjuagarnos las lágrimas y terminar sonriendo haciendo el amor?

Somos demasiado breves, justo después de creernos eternos, nuestra existencia tiene la relevancia y lo efímero a flor de piel, como las canciones trascendentales, las madrugadas largas, los amores perdidos.

Me encantaba dormir junto a ti, ya no pasará más, igual me encanta todavía; morderte los pezones, jugar con tus dedos, comenzar ese forcejeo cómplice mientras se ponía serio y terminábamos uno sobre otro, al lado, tan locos.

Nos mirábamos, nos atacábamos, tu lengua saboreaba mis mejillas por dentro, nuestra saliva una y fue tan poco, tu besabas con los ojos cerrados mientras yo espiaba de cuando en cuando si tu hacías lo mismo, y no; tú te concentrabas en mi boca, en revolcar mi lengua con la tuya, en dejar tu sabor entre mis dientes, tu aliento en mi memoria.

Entre el trabajo y el fin de semana siempre nos las ingeniábamos para dar espacio a sabáticas maratones de el uno y el otro, y no fue suficiente, para que levantarse de la cama si no apenas para comer? fumar un poco o buscar entre la pila de libros algún poema dedicado a la nueva llantita en mi estomago o a la nueva estría en la base de tus nalgas? envejecer era motivo de alegría entonces.

Qué fácil es escribir ahora! que tristes letras y melancolía me dicta la ausencia! qué bien se ve un manuscrito manchado de humedad redonda mientras las lágrimas hipócritas caen junto a la tinta, hipócritas por qué no fueron capaces de solventar el orgullo y decir "te amo", orgullosas por que se quedaron dentro mientras salías de casa con tus maletas.

No basto el amor.

No basto el sexo.

No basto ni siquiera la razón, y ahora toca el olvido, se viene la soledad, la oscuridad de tu cuerpo ausente, el silencio; cuanto aprendí del silencio cuando ya callar no servía para nada! y te vas, te fuiste, y pretendemos que todo estará bien, que el espacio breve de los libros que te llevaste en la biblioteca siempre estuvo allí, que la ausencia de tus canciones en la radio siempre fue, que mis besos no sirven para nada sin ti, que lloro por nadie hasta quedarme dormido.

Hoy vuelvo a fumar, porque ya no te molestará besar este cenicero de mi boca, yo emprenderé caminos de el olvido en la costumbre, finalmente vencido me cambiaré de apartamento, quemaré la cama, regalaré la cocina, y fundaré la tristeza al omitirte de mi vida, y la boda que nunca tuvimos, los hijos que nunca parimos, el amor que matamos y dejamos putrefacto en esa línea invisible en medio de la cama, donde se fermentan tus besos y los míos, nuestro sexo, y que fuimos incapaces de llenar con un te quiero al menos, de un perdóname, aunque sepa amargo, aunque sea ajeno, por eso hoy aprendo tanto de el silencio, de la peor forma.

lunes, febrero 15, 2010

Tarde.

Cuando eres viejo, el tiempo trasciende a dimensiones complejas que irónicamente simplifican todo, simplemente ya no te importa tu andar, la vida de otros es rápida, pero tu vas a tu propio paso, mientras el tiempo pasa una y otra vez a tu lado, tu ya no te esmeras en alcanzarlo, de igual forma este ya no te persigue.

El tedio no parece afectarnos, un momento largo frente a una ventana puede convertirse en minutos, en horas, ya no cuentas las gentes que pasan por allí, ya no importa que se acerquen las cinco o las ocho, la tarde puede pasar frente a tus ojos inamovibles de la ventana, o puede de pronto una voz cualquiera sacarte de el tedio a tan solo unos segundos de perderte tras el reflejo traslucido de tu cara frente al vidrio.

Esperas, y ya no lo haces, no te causa ansiedad la noticia que no llega, la persona ajetreada que tiene que venir, estas viviendo el día a día a cuenta gotas, si mañana no llega no importa, y si llegara a pasar, es otro día mas igual que el hoy, ayer se vuelve una carga pesada, cada día acumulas un ayer que fue alguna vez mañana para un hoy que ahora trascendió como un atardecer que sumaste a muchos que ya has vivido.

En el hospital la vida se vuelve todavía mas lenta, los médicos pasan, las enfermeras entran y salen, los enfermos entran, algunos nunca vuelven, aunque supones que les paso, no sabes nada, la mente esta embotada de estímulos, o de la falta de ellos, solo esperas que de pronto aparezca un médico tras la puerta y te dé noticias de ella, ella que pasa los días allí y siempre vuelve a suceder lo mismo.

Miras una revista, mañana vuelves a verla, la viste ayer también, apoyaste la palma de la mano sobre el vidrio, seguiste tu sombra con el paso de el sol desde el amanecer hasta la noche, para ti ambos son un solo acto, de no ser por los momentos en que la luz entra por la ventana, y los que un fluorescente zumba tratando de hacer conversación, no habría diferencia, todo seria lo mismo, y no aparece el médico, ella no vuelve tampoco, que los retarda?

Todo es un mismo día largo y corto a la vez, saltas de una visión de insomnio a otra, en algún momento simplemente la somnolencia te gana los momentos en que quisieras estar alerta por si el médico trae noticias, o por si ella vuelve, igual la gente entra y sale y con los días, dejan de ser todos distintos, empiezas a reconocerlos, sabes sus historias, a quién visitan, los males de cada uno; una señal de tiempo sin duda, pero ya eres viejo y la rutina significa poco, al menos pueden ver a sus seres queridos, yo sigo esperando noticias de ella, o que el medico venga y diga algo que me saque de el tedio, nada sucede.

Fijas los ojos en la puerta, y no hay relojes, ni días ni noches que sustenten algo mas que este letargo, finalmente el tiempo se detiene. La enfermera atraviesa la puerta y me mira apurada y con pocas esperanzas, anota algo en el expediente, detrás de ella viene el médico, parece traer malas noticias, estoy aturdido y no entiendo lo que le dicta a la enfermera, me cubren con una sabana, abandonan el cuarto, de pronto la gente de afuera de la ventana retoma el ritmo, el tic tac de un reloj lejano no me interesa, ahora sé que vendrá ella a llorarme, yo la perdonaré por que no me intereza ya que llegara tarde.

domingo, febrero 07, 2010

Amores politicos

Más allá de lo que los candidatos que representaban nuestras creencias políticas dijeran y repudiaran, ella y yo nos amábamos, yo un liberal firme y ella una romántica revolucionaria que participaba asiduamente en las actividades patrióticas de su gente; los conflictos y estrategias políticas de los partidos eran cosa de ellos, ni yo recordaba su pensamiento semi socialista al besarla, ni ella me sacaba en cara mi fé en la descentralización cuando hacíamos el amor; he aquí la primera gran diferencia política entre nosotros, ya que los liberales somos gentes que vivimos nuestras vidas y creemos en lo que creemos sin mayor escándalo ni estrategia de grupo, simplemente ejercemos nuestro pensamiento en el diario vivir.

Ni siquiera en los orígenes ideológicos de nuestras familias éramos afines, su familia seguía siendo social demócrata mientras la mía, asidua seguidora de la doctrina social cristiana de un caudillo cuyos logros de antaño habían sido olvidados por el partido, bajo el mando de el hijo de ese gran hombre, lamentaba mi pensamiento liberal; en ambos casos y para nuestro pesar, nuestras familias eran adoctrinados fanáticos desde su propia trinchera cada una; de dos hombres que habiendo sido enemigos políticos durante la breve guerra civil de nuestro país, habían luego, y a pesar de sus luchas sociales, separado ideológicamente a un pueblo que no optó por más que un bipartidismo que solo, ante el surgimiento de los grupos por los que ella y yo ahora mostrábamos afición, se vio debilitado y en peligro.

"Aunque la gente de este país no está preparada para el liberalismo, tu si estas dispuesta a vivir con este liberal" le decía entre bromas, ella siempre me respondía que para mí era mejor seguir con ella, ya que desde mi doctrina, yo representaba un peligro para su partido, y que de llegar al poder solo ella podría salvarme; eso era cierto, tanto que ya había sucedido, ella me salvo, no políticamente, si no de forma más personal, de ser victima de mi propio desenfreno, un detalle solamente.

Cuando la lleve a cenar con mi familia, y mi padre le pregunto por su simpatía partidaria, yo sabía que la noche no terminaría bien, mi padre creía que no apoyar al partido de el "padre de las garantías sociales" era traición a la patria, y ninguna nuera suya sería buena de no profesar la creencia de mis padres y abuelos, nunca olvidaré la charla sobre lo traidor que era yo por no apoyar al partido por el que mi abuelo luchó durante la guerra civil, ni la bofetada de mi abuela por apoyar una ideología distinta, su enojo fue tal contra mí, que cuando en el lecho de muerte llamo a la familia, obvio mi nombre y pidió que yo no estuviera. La noche en que mis padres la conocieron terminé de lavar y secar los trastos junto a mi madre; mientras en la mesa mi padre y mi novia se enfrascaban en discusiones sobre el país, la corrupción y el pensamiento de cada bando, ella no comentó nada al respecto, él en cambio se quejó de mis gustos por una mujer que a pesar de ser bella e inteligente según su parecer, "lastimosamente estaba confundida y engañada por un megalomaniaco"; yo no le respondí nada, ni le comenté a ella este criterio que mi familia entera, compartiría tiempo después durante la fallida revolución de febrero.

La intolerancia pareció haberse apoderado de todos, incluso de los propios y los ajenos; más que obvió al decir verdad; ni yo estaba bien por caminar con una "troska" de la mano, ni ella por respetar a un "vende patrias" como yo, era la víspera de la elección en que nuestros partidos disputaban el derecho por una segunda ronda contra los social demócratas que amenazaban con perpetuarse en "dictadura democrática" en el poder.

Los ánimos caldeados y un extremo triunfalismo de parte de nuestros candidatos estallaron bajo el grito de "fraude" la misma noche en que el Tribunal Electoral declaraba ganador al aspirante oficialista, de pronto nuestros bandos opuestos eran uno contra un enemigo común, y por esa vez nada más no fue difícil que nos uniéramos con protestas en las calles, que desembocaron en vandalismo y violencia.Nos encontramos juntos en nuestra primer casa, esperando un futuro bajo la represión legitimada en la defensa de la "voluntad popular", justo entonces me revelaste que estabas embarazada, tendrías un hijo mío, mitad liberal y mitad socialista, algo extraño tomando en cuenta que para entonces el centro, no existía, y abrazados a tu barriga esa madrugada, llego la guerra.

Los social cristianos, que eran pocos, se aliaron contra los "revolucionarios", nuestras familias eran nuestros enemigos entonces, la pasividad de nuestro pueblo quedó reducida tras la intransigencia, el extremismo y el levantamiento, éramos de los mismos y éramos enemigos declarados, con la mañana llego la derrota, y de pronto de cuatro bandos saltamos a dos, la última vez que la vi salía con un salvoconducto abrazando a nuestro hijo en el vientre, a tierra neutral, finalmente nuestros padres amaron a su nieto un poco más que al poder, yo guarde silencio absoluto desde entonces, protegido por mi familia.

Cuando el congreso estalló en un atentado suicida, vi resucitar aquel fallido intento de revolución, grite, luche, a su estilo, por que había un hijo que conocer ya con seis años; morí la misma tarde en que se rindieron, tras una segunda revolución nuestros enemigos, finalmente mi hijo estuvo cerca, al menos, al dejar flores en la tumba de su padre, no sé que paso luego con todos, de pronto las historias se repitieron, tú, abuela abofeteaste a un nieto por no rendir homenaje ideológico a su abuelo, pero las tumbas son frías y desearía que existiera la forma de decirle desde acá que no vale la pena separarnos por ideologías, a fin de cuentas ya muertos, la patria es un concepto abstracto, que no vale más que una vida, por que entonces la patria es solo tierra que nos aleja de quiénes amamos, sin importar su credo.

lunes, febrero 01, 2010

El último día...


Si hay un día que vale la pena vivir, ese es el último día de nuestras vidas, en nuestro caso sin duda fue así.

Siempre me encanto tu sonrisa, esa misma que me impulso a hablarte en aquella fiesta de nuestra amiga en común, de no haber sido por tus labios y tu mirada picara esa noche hubiera vuelto a casa solo, y no con tu número al reverso de una factura de cervezas, y no es un gran detalle de mi parte de mi parte recordarlo, la factura sigue pegada en el refrigerador con un imán de power rangers como tantas cosas sin importancia que uno deja cuando muere; junto a tu número, tu messenger, y a partir de él, muchas conversaciones guardadas en mi computadora, y en los servidores de live, incluyendo las de ese último día, donde al final de la tarde estabas tu diciéndome que me esperarías en la pizzería de siempre, cerca de el mall de san pedro.

En verdad no sé cuanto me esperaste esa noche, recuerdo que me retrase por que quise pasar a comprarte flores, detalles cursis que son recuerdos, solo eso, pero que valieron la pena vivir sin duda.

Esa mañana me desperté tan feliz, por que de el otro lado de el msn me esperarías tú apenas llegará a la oficina, sin embargo hubo una espera, por que nada más llegando me llamaron a reunión, poco recuerdo de ella, mi pensamiento estaba en sentarme en mi cubículo y saludarte, luego las preguntas de siempre, el ritual de cada día, ese que en los posteriores tomaría tanta relevancia, por que las cosas insignificantes; cuando llegan y luego cuando pasan; se retoman una y otra vez y se recuerdan, son un fantasma, una despedida que no se acaba.

Cuando volví a mi puesto, ya había una ventana tuya esperando, un simple "hola" que sigue retumbando en la memoria. Contesté feliz, y nos hicimos compañía remota el resto de el día, a pesar de que el mismo se consumió en trivialidades y rutina de el trabajo.

Te felicité por tu mensaje de estado: "primer día en nueva oficina" y en el transcurso de las horas se convirtió en excusa para ir a celebrar esa noche, no podría ser de otra forma más que en la misma pizzería que se volvió cómplice de nuestros encuentros no virtuales, esa donde ahora sería imposible volver por que los recuerdos suelen ser también un depresivo en los lugares donde alguna vez fuimos felices.

No olvido la risa de la señora que me vendió las flores, tu último mensaje en la ventana de el chat, mi ilusión al cruzar la calle que llevaba a la pizzería, y en ese instante, el frio en el espinazo ante el incomprensible presentimiento, y las flores que quedaron tiradas en la alcantarilla, mi carrera y mi susto al ver la calle llenarse de ambulancias y patrullas, el policía que me evitaba pasar y tu cuerpo cubierto por una sabana ensangrentada entrando a la ambulancia, como ves, todo esta tan claro hoy como entonces, tan confuso al mismo tiempo, tan triste como ese último día de tu vida que valió la pena vivir, y por el que a pesar de mi tardanza, no me ocasiona ningún remordimiento.

Sé que no leerás nada de esto, pero cómo no iba a escribirte esta madrugada viéndote conectada en el msn? cómo no iba a decirte que esa noche añoraba verte como nunca? si hace un año desde tu muerte no te conectabas? Leíste todo lo que te puse en este tiempo? dime “hola” al menos, o confírmame que eres un técnico formateando la máquina de el otro lado que no supo que el msn estaba programado para iniciarse automáticamente al iniciar sesión, y haz que ella se vaya de una vez por todas de mis noches, aunque mañana quién disponga de ese computador ponga en su mensaje de estado también "primer día en nueva oficina" aunque no me tenga de contacto y buena suerte.


Gracias Galcides por la inspiración.