Tus lágrimas azules se quedan en mi ventana, mi gato las lame tratando de que no nos queden para siempre, por que esta es la misma ventana en la que suelo sacar a volar brevemente mi mirada en la noche, mirada que jurás amaste desde que me conociste.
Entonces aprendimos a vivir sin nosotros, tan simple tan inaudito.. Desde entonces no nos olvidamos, tú me dedicas canciones y yo poemas, aunque ni tu eres cantante ni yo poeta, no somos más que simples remedos del plagio y la farsa que en verdad somos y siempre lo supimos, pretendiendo que no era así para no lastimarnos, por que debíamos aferrarnos a algo, y creernos, a fin de cuentas olvidamos que parte era verdad, y que otra era mentira.
Cómo se supone que volveremos a la vida de antes después de este naufragio?
Date cuenta que el mundo fuera de esta habitación llena de nosotros es hostil y distinto a la ligereza de nuestras caricias, a nuestros cuerpos sudorosos de sal y arena.
San José es una ciudad, en la que todos parecen correr como si algo malo hubiese pasado y huyeran presurosos de ahí. No puedo negar que reniego cuando tengo que acudir a ella, especialmente si es de noche y llueve y tú, ya no estas conmigo y corres por ahí por que es cierto lo que dicen de la gente que corre presurosa por San José.
Te amé tanto que llegue a creerlo, y a sentirlo, yo que hasta entonces había sido nada, y hoy que vuelvo a serlo, no extrañaré tanto lo que fui contigo, como lo que fuiste tu.
Nos amamos y fue infinito, pero se acabo, por que los infinitos tienen fines y son nada cuando el odio tan fácil se vuelve desinterés y perdón, por que ya no importa; porque fue demasiado el “para siempre”.
Me harté, me cansé de esperar que fueras lo que se suponía tenías que ser, me cansé de esperar a que valoraras lo que soy, a que estuvieras de mi lado, a que mi mano a mano valiera algo para tú.
No fue la discusión de ayer, entiendes? no fue lo último que paso, ni lo horrendamente pragmático que fue la última vez que hicimos el amor, es el cúmulo del esfuerzo vacío, de las fuerzas cansadas, de las malas caras y la verdad no puedo amar a nadie sin amarme primero a mí, y no es que no pudiera amarte más, o que mi amor fuera efímero, como te dije, mi amor es eterno, infinito, pero me canse de amarte y se me acabaron las ganas, por el desgano, por la mala actitud, por los besos negados vueltos regaño, por los abrazos canjeados por malas actitudes, por el sexo de despedida que hace años nos venimos dando.
No es debilidad aceptar que estamos equivocados, que no podemos solos con la vida, que también nos equivocamos, es de cobardes en cambio ser tan obstinados, creer que nunca nos equivocamos, excepto, cuando otro nos obligan a hacerlo, pensando además que somos mejores que el otro.
Pero gracias, porque contigo entendí el significado de esa palabra, por que me enseñaste que mi risa era más que una mueca malévola en mi cara, que el sexo con amor es algo extraño pero maravilloso, que el infinito existe a pesar de que no es como lo pintan, y que tal vez hubiese sido mejor quererte un poco infinito, que amarte tanto ahora hasta que duele, el silencio del verbo "te amo".
No me queda más que el adiós, y agradecerte los recuerdos, las marcas en la piel, la tinta china en el corazón, tu olor a sangre, tu sabor a arena en mi lengua; decirte que te deje de amar, como ningún otro lo hará nunca, y que eso al menos como recuerdo, ha de valer algo,;ojala valores eso; al menos tal vez un día nos haga sonreír, piénsalo; como un mal chiste de náufragos que alguna vez te conté.
Deshora.