martes, septiembre 13, 2011

Desvelo.


Su pene olía a cigarrillo y sabía a ceniza, así supe que se había estado masturbando antes de que yo llegara, y fue más que evidente cuando vi el perfil de Facebook de ella en su computador. Lo encontré desnudo y sudoroso, asustado por mi llegada. Llegué con mi vestidito corto y pegado al cuerpo, con mis anteojos de niña buena y mi sonrisa de susto, lista para entregarme como lo hice. Desde el principio la iniciativa fue mía, estaba más bien asustado, a pesar de que la noche era precisa, el silencio en la casa y nuestras soledades en cuartos adjuntos, el bochorno de la noche, y la madrugada que desde que nos despedimos en el salón tras el último trago, se presentaba propiciadora y larga, sonámbula, insomne.
Cuando me levanté de mis rodillas y alce mis ojos, solo atinó a mirarme, como al que una fantasía le llega de improviso en la noche; cuando deje caer mi vestido y quede desnuda, sé que notó que el largo de mis brazos apenas daba para taparme con mis manos el sexo, como último intento púdico de la noche.
Le pedí que me abrazará, que me besará, que me hiciera suya, y entonces reaccionó, y nos encontramos ahí entonces, dos sombras, revoloteando y gimiendo en la oscuridad, me llevó a su cama, desordenada, descuidada, no por dormir en ella; todavía fermentaba el sudor de la pre noche, y acostada sobre mi espalda me comenzó a llevar, como cuando un padre lleva a una hija de la mano y le muestra y le enseña el mundo; me hizo recordar entonces cuando así era, cuando mi padre me enseño la lluvia, la luna, las casas, la gente y los vehículos; pero diferente, era la misma actitud, y yo la misma niña aprendiendo, pero en otro ámbito muy diferente, aunque la sensación de paternalidad no la perdí hasta que las sensaciones; nuevas para mí; me fueron cargando de la pasión desconocida que me subió del vientre al estómago; donde se confundió con el susto y se esparció por todo mi cuerpo.
Mis torpes aleteos me hicieron recorrer la cama con mis manos, y entonces la sentí, de el desorden emergió su cabello; de ella; y la vi, desnuda entre las ropas de cama, tan pequeña y delgada como yo, escondida, disimulada entre el puño de almohadas y sábanas, despertando al fin por el sexo que se fraguaba en la alcoba, él tomándome, y ella despertándose, yo tan poseída de su sexo que no pude sentir susto ni vergüenza cuando levantó la cabeza y nos vió; y sonriente y dispuesta se unió al juego, y me besó; nunca había besado en la boca a una mujer, y esta que me descubría amante de su hombre, me besaba en la boca; sus labios sabían a alcohol y a semen, así supe que era ella quién lo masturbaba, y que además, había vuelto a fumar; y él la pensaba, él la deseaba mientras me penetraba, y no me importó entonces, era una sombra, un recuerdo, una ausente que venía a volver entre los suyos, y no le importaba saber que yo; terrible; me estaba metiendo en el desvelo de su noche,  del sexo de él y el recuerdo de ella, de su perfil de FB, sabiéndome que era mi primera vez y que éramos los tres, en esa cama que todavía fermentaba el sudor de ella de tantas veces, y que como hoy, solía volver en su día, en la noche en el que  él recordaba y amaba a sus muertos, a Amelia, objeto de él que me penetraba con su cuerpo, mientras me cobijaba con el recuerdo de mi hermana, aquella que cuando murió, me dejó todavía muy niña para entrar en su cuarto y decirle que a pesar de que ella le poseía, era yo la que lo amaba con el amor infantil que hoy le entregaba, en el desvelo de su recuerdo de Amelia muerta.

sábado, septiembre 03, 2011

Esta historia.


Esta historia empieza con una mujer que llora, su llanto es como un gemido, el aire le sale por la boca y la nariz, jadea, mueve la cortina de la puerta y asusta al niño que entre-duerme.
Sigue con un sobresalto, y un ruido a la espalda, un frio en el espinazo y los ojos de un pequeño que abiertos todos vuelven a ver lo que cae en la noche, lo que vio como sombras rondar mientras oscurecía, y que había golpeado su puerta, y sigue, con esa sombra de madre que entre el llanto desesperado manda a que duerma, mientras habla con una sombra a oscuras en la puerta, que le confirma que la muerte goteo sobre su casa esa noche, y ahí le deja esa hija muerta, se alejan las luces de los mensajeros, rojas y azules dando vueltas.
Una tía lo cuida la madrugada, pero una ausencia se hace grande, a veces los demonios bajan de el cielo a llevarse a alguien, monstros grandes, como explico la maestra de catecismo en la escuela; son demonios, por que en cambio los ángeles son buenos y cuidan a las hermanas, no se las llevan, no dejan ausencias y dolor.
Para él las nubes ya no serán las mismas que tenían formas de animales cuando jugaba con él su hermana; son bellas pero le asustan, él sabe que la mañana de esa noche algo rondaba el cielo y vino por ella.
Esta historia sigue con una hermana muerta en una caja, aterrorizada y enojada, como cualquier joven al que le arrebatan la vida; él demasiado niño para entender, la trascendencia y lo terrible de el camino cuando dejen allí ese cuerpo.
Le enseñan una hermana igualita a la de él, que no habla, no ríe, no juega y no entiende, es hora de que esa extraña sensación como de miedo y frío que siente desde que lo despertó su madre llorando en la cortina tome forma, el hueco y la soledad de esa ausencia que se sienten raro, todos lloran más fuerte, las muestras de dolor se vuelven más duras, los adioses más gritos, lágrimas que parecen infinitas, y sigue con un unas poleas que la van bajando, y tiran rosas, y entonces el niño al fin pregunta, y nada mas lo abrazan pero no responden.
Esta historia sigue con la casa en silencio, y una mujer que llora, sentada sobre la cama de la muchacha con una mortaja abrazada; llora, desconsolada, y termina con un niño que extraña a su hermana, que no entiende todavía lo que pasa, y que todos tengan los ojos rojos, la casa llena de gente, que lo quiten de la cortina de la puerta donde llora su madre, y lo manden a jugar, él no la esta viendo a ella, ve a su hermana que sonriendo y cómplice con un dedo en los labios y viéndolo le pide silencio, mientras abraza por la espalda a la madre que se extrémese, y vuelve a ver, pero no hay nadie.