Cuando me vuelva loco, dibujaré en este cuarto gris las mariposas de colores
de tu cuerpo con solo echar un vistazo, y te veré sombra desnuda que me llama a
mi pasado. Entonces cerraré los ojos, me morderé los labios, y te lloraré
seguro y frustrado, de no poder hacer nada para ir a buscarte.
Tenerte entre mis brazos, daría hasta mi última gota de cordura por
abrazarte de nuevo, por oler tu sabor a madera en mi gusto, y besarte, besarte
como cuando desaparecías el mundo y lo convertías en una sombra azul que nos
envolvía, para luego entregarnos, desapareciendo los límites del yo, sin saber dónde
empezabas tú, y si la piel que tocaba era parte de ti o de mí.
Hoy me queda tu cara dibujada en las paredes, por la luz descompuesta en mis
ojos a punto de llorar de tristes, y esta silla, y este yo de brazos caídos que
te extraña a rabiar, que aún inhala aire, pero exhala la melancolía que dibuja arabescas
de ti en el vacío, de la habitación extraña y vacía, que ya no sé si es parte
de mí o no, porque a veces hasta me miro a mi mismo aquí sentado, pero lejos,
como si estuviese del otro lado de la habitación, parado frente a mí.
Entonces tu voz me devuelve a mí, y te busco, y estas ahí, están todas las
cosas que dejaste atrás, tus ausencias, tus silencios, la sonrisa que no me
devuelves desde la mesa, tus ojos que no me miran, tu cuerpo que no me ama, tu
vida que ya no vive, y me entrego al llanto, me dejo llevar por la tristeza, y
me empujan hacia abajo, me aprietan contra mí, soy yo de nuevo en este
cuarto, pintando mariposas de colores, un poco cuerdo ahora, pero en
verdad, me creo loco, me siento loco, quizás.