sábado, julio 24, 2010

Breve.


Despierto, y no es extraño, ni debería serlo, excepto por la noche anterior, me levanto y entiendo que el día me ha pasado de lejos nuevamente, mi amanecer es el anochecer, las sombras de el cuarto lo delatan, los tonos naranja & amarillo que desaparecen en el horizonte, marcan de nuevo el comienzo de mi jornada, y no tengo mayor reacción emocional hacia ello.
La biblia sobre la mesa de noche sobre la que cargo mis pecados es solo un utensilio inútil más, como el sobresalto, como el miedo, como la percepción de la realidad, pero como se puede poner los pies sobre la tierra y entender el mundo material normal de la rutina y lo cotidiano si somos tan breves? si somos inquilinos de lo incierto? si la cama salta cuando duermes, si las paredes hablan, si hay sombras heridas en cada esquina mirándote con recelo.
Hasta hoy mañana es un imposible, pretendo no saberlo para que no me cueste tanto, y me preparo a hoy como si toda mi existencia fuera solo este momento, y aparece el primer invisible, es una niña, no tiene ojos y camina a ciegas por la habitación, es poco lo que hay que hacer, y con el tiempo me ha ido resultando sencillo, la tomo de el brazo y la centro, le golpeo con la palma la frente, cae para atrás, se desvanece haciéndose polvo que se queda húmedo y pegado en mis dedos costrosos, de hollín y desmaterializaciones que harían que cualquiera me tome por loco.
Algo revolotea en mi rabo de el ojo, entonces veo al gordo calvo desnudo que ingenuo trata de esconderse tras un paupérrimo escritorio maltrecho, me mira con odio y molesto, es agresivo lo sé, es cuestión de tiempo y de olvido para que se abalance contra mí.
Enciendo el televisor, enciendo la radio, "háblenme!" ordeno, solo me responde el ruido blanco, entonces un gabriel entra por mi otro grado 180 de mi visión, estoy erizado, no convoque a nadie y no sé que hace aquí, se para junto a mi cama y con su espada me señala a quien se retuerce bajo las cobijas, lo veo ahí desprovisto de conciencia, me repugna su olor a demonio y su presencia testaruda, sé que hacer, las horas pasan mientras el observador común puede confundir que estoy detenido en un suspiro, un segundo, un instante, y sin embargo mil cosas pasan por mi cabeza esta mañana a las diez de la noche, pienso pronto y rápido en otra medida de tiempo, una imposible, no quiero insistir en nuestra brevedad, de la que somos parte, algunos le llaman relatividad entre el transcurso de el espacio y el tiempo. Una hormiga por ejemplo que cruza una habitación en medio minuto, para recorrer una distancia similar en escala de espacio y tamaño como la nuestra, podría tardar horas, ese justo es el tiempo que transcurre para el pequeño insecto, incluso si nuestro observador fuera ella, nosotros somos gigantes suspendidos en el tiempo, sus dimensiones de la existencia son distintas, como las de aquel que se retuerce en mi cama mientras el gabriel blande su espada sobre su cabeza. pero no duerme, no descansa, solo parpadea, a pesar de mi ausencia de tiempo, mis horas para él son segundos.
Me acerco a él confiado de el gabriel que lo señala con su espada y me mira a los ojos ordenando, me protege; soy sigiloso e invoco a mi eterno, miro en el reojo de los que revolotean la biblia utensilio de mi mesa de noche, como si de algo me sirviera, y soy yo mismo el que descansa en esa cama y me retuerzo bajo la cobija, me muevo habituado a estos trances, las horas han trascurrido en segundos largos y profundos como el silencio de mi sordera, y el demonio despierta, me toma de el cuello y me mata, ahora justo no entiendo cuál es mi conciencia, si la de el que me mata, o al que mato suspendiendolo de el cuello; trato de escapar desesperado, porque son estos actos trascendentales los que nos inmortalizan, pero soy demasiado pequeño, para él o para mi, deshacerse de mí o de él es como pisar a una hormiga que a toda prisa no logra salir de el alcance de la planta de nuestros pies, el gabriel no hace nada, baja su espada y sonríe por que a cumplido lo que viene a hacer, entiendo el odio en su mirada, no contra mí ni contra el demonio, si no en favor de el equilibrio que comienza a darse luz, y mientras empiezo a morir, o a matarlo; la sabiduría de el instante me nubla la vista, pero me aclara lo que pasa. Mil sombras salen de su escondite a celebrar la caída de mis pecados, cuelgo de el cuello de el brazo izquierdo de este demonio, o quizás sea el demonio el que cuelga de mi brazo; no hay luz si no oscuridad mientras acaba mi jornada, mientras termina el día esta madrugada, y despierto de nuevo hoy mismo, más humano, sabiéndome esta vez mucho más breve.



--------------------------------------uno---------------------------------------------

domingo, julio 18, 2010

Carrito de juguete

"Ahí viene tu papá, recíbele el carrito mi amor" me dice mamá mientras se limpia una lágrima, y siempre lo mismo, a la misma hora cada noche viene papá a darme un carrito, y yo que me paso el día jugando con él, juego que vuelvo de el trabajo a prisa llevando de regalo un carrito de juguete a mi hijo, antes de que se duerma. Cuando ya me tengo que ir a dormir y espero a papá entonces lo pongo en la repisa con los otros, por que sé que mañana tendré uno nuevo para seguir jugando, el viene, me lo da, sonrie, y mami me manda a dormir, no vuelvo a saber entonces de papá hasta que vuelve de nuevo la siguiente noche con el carrito nuevo para mañana.
Muchas veces cuando ya me estoy durmiéndo antes de que el llegue, me han despertado solo para que reciba el bendito carro, luego escucho a mamá en su cuarto hablando con él, otras se enoja y le pide que se vaya, que es lo mejor para ella y para mi, y otras veces le pide que se quede, que no la deje sola nunca.
Creo que el carrito rojo de a diario es su manera de compensarme sus ausencias, y los problemas con mamá, recuerdo que la primera vez que me lo trajo mi madre le reclamo: le dijo que para que volvía, y yo que oí todo desde el cuarto pensé que era una pregunta rara de mamá, era obvio que vino a la casa a cumplir su promesa y a dormir con nosotros como siempre, aunque justo esa vez habían pasado un par de semanas desde el último día que lo había visto. Era viernes, se despidió en la mañana, y me prometió que me traería el carro rojo que quería, justo como el Mazda Coupe que él manejaba, y luego no supe más de él hasta que mi abuela me explico que mi papá no volvería más, pero luego volvió, y mi mamá ya no lloraba, se enojaba primero, después se contentaba, y ahora llora de nuevo cada vez que viene mi papá y me trae el carrito de juguete, el mismo cada noche.
No entiendo mucho sobre los problemas de los adultos, de sus misterios, de sus promesas, o el para que me sirven a mi esta tremenda colección de carritos como el de mi papá si desde el entierro comprendí que no iba a venir a jugar conmigo! igual no importa, sé que me los trae con cariño y yo los quiero por que son como el de él.
Mi abuela quiere que mi mamá y yo veamos a un doctor, y que quite la repisa "vacía" que dice que tengo en mi cuarto, pero no quiero, y no es cierto! esa es mi colección de carritos rojos, como el que mi mamá guarda en la cochera bajo una manta, destruido como los míos, y del que tampoco quiere deshacerse. Mi abuela cada vez que lo ve, aunque cree que no me doy cuenta, se enoja y dice como mandando & rogando: "levántate y anda"

sábado, julio 10, 2010

Dios es amor, yo no.


Yo mato a todos mis personajes en los cuentos por que los odio, tal y como dios (el tuyo, el mío, cualquiera) nos ama a todos...


Para que enemigos, con un dios vengativo e intolerante?

lunes, julio 05, 2010

El hijo de fulano de tal.

Hay alguién allí parado afuera sobre el techo de el corredor, es solo una silueta enorme de un hombre con alas desgarbadas; se ve molesto, y no importa desde donde se le mire, siempre esta de frente.

Marina siempre quizó que alguno de los chicos que le encargaban le llegará a llamar "mamá chula" todos los niños y niñas que amamantó salieron de su vida antes de que siquiera la recordarán; una de las limitaciones que enfrentó y superó por ser simplemente una nodriza.

Y es que las señoras de la alta sociedad merecían un descanso tras cargar nueve meses a los herederos de sus padres, de sus apellidos y de sus fortunas; no era una práctica extraña entre las casas de señores de altos ingresos y posiciones, que sus esposas contratarán una buena mujer, de clase media, limpia y de buenas costumbres para que amamantara a sus hijos; por que los pechos se caen, por que eso es trabajo para una nana, por que el tiempo de amamantar debía gastarse en cenas importantes con sus maridos en sociedad, y en tomar el té con las amigas.

Su anhelo con los años seguía sin cumplirse, Marina era feliz de tener siempre un pequeño en sus brazos, pegado a su pecho alimentandose, le encantaba su olor y el calor de sus boquitas en sus pezones, su mirada agradecida hacía la cara de quién le daba de su ser vida.
Creía tener un instinto materno mas desarrollado que el de sus patronas, aunque nunca fue madre, y por eso alquilaba su calor y su amor para que las señoras fueran grandes señoras de fulano de tal con pechos firmes; a cambio de una buena paga.

Siempre logró que sus patronas la recomendarán, y cada nuevo niño en casa de ricos conoció su pecho, su calor, su regazo; eso sí, siempre insistió en usar el mismo perfume de la madre mientras amamantaba, decía que era para que no la extrañarán cuando alguno de ellos abrazara a su verdadera madre, cuando el acto público lo ameritara, y así completar esa ilusión de buen servicio, y darle un plus psicológico que resultó ser un buen gancho en su mercadotécnia.

Marina cantaba maravillosamente y se mantenia jóven, condiciones ambas que siempre achaco al contacto con los jóvenes retoños de sus orgullosos padres, todos los niños que mamaron el pecho de Marina, eran niños cachetones y vivarachos que enorgullecian el ego de sus madres y padres, lo cuál la llevo a ganar buena fama, aprecio y bonificaciones que llenaban el vacío de no tener hijos propios.

Pero todo éxito es tal basado en el fracaso de alguna empresa; y Abel, como le llamaron al niño de la residencia del embajador fue el suyo, y este a su vez marcó finalmente el retiro de Marina y el fin de su buena fama.

Simplemente ni sus pechos ni todo el empeño que puso en el infante; ni los paños de agua de arroz o los vasos con avena que Marina tomo cada mañana fueron capaces de llenar el estómago de el niño, sencillamente la leche se cortaba en sus pechos, se hacía queso amargo en la boca de el pequeño y no hubo manera de que el mismo aceptará aquellos otrora fértiles y fecundos senos.
Marina embejecio conforme el niño se ponía cada vez más enfermo, lo atribullo a la boca fría del pequeño, y a la sangre nórdica de la madre, su cuerpo siempre frio y sus rasgos humildes en el rostro. La mujer de el embajador simplemente decía, con un aire de asco y odio "mas vale que se parezca a él cuando crezca, haz lo que puedas" y aunque Marina intento alimentarlo con viverones de leche buena y el apellido del padre grabados, el niño no parecía nunca alimentarse como debiera, y fue larguirucho y enfermo debajo de las ropas finas con que lo vestían.

Termino por empezarlo a odiar, especialmente por que los pechos se le secaron, enfermo, siempre cansada parecia que le habían caido encima cuarenta años, y aunque trato de envenenarlo tras el pedido de la mujer del embajador, la cocinera de la casa se negó a ayudarle, a pesar de la adversión y el asco que el niño le producía, fue incapaz de llevar a cabo tal acto sin que alguién mas compartiera la responsabilidad de tan aberrante acto, y convencida esa noche de sacarlo adelante, de una renovada convicción de hacerlo un niño lindo como los otros, se quedó dormida sobre él y lo mató.

La casa de los señores nunca fue la misma desde entonces, todos lo sabemos, los niños están prohibidos y lo sabemos, hablar de el tema es causal de despido, pero como podemos negar lo que vemos, cuando podemos encontrarla a ella en cualquier habitación masajeandose los senos?

Hay alguién parado allí afuera que no importa desde donde lo veas siempre estará de frente y llorá & mama leche fea.