lunes, septiembre 29, 2008

Etelvina.



La casa de Etelvina sabe a pasado, huele a recuerdo, pero sus largas tardes a soledad. Yo también tengo mis muertos y por eso la entiendo.

Etelvina es una mujer de conversación fácil y agradable, aunque efímera, por lo que realmente no tiene vínculos fuertes con nadie en el barrio, las ocho décadas que lleva encima son un peso que la hacen caminar lento y encorbada, aún así siempre esta en el corredor después de medio día, solo entra a tomar café, a rezar el rosario y a dormir.

El sol ha tostado la fachada de su casa y su cara, al verla ahí, parece que la pintura se desquebraja de las paredes y cae hecha polvo igual que su piel, ella se sienta a esperar sus muertos (así lo presumimos todos), pero estos nunca vienen, nunca llegan.
La muerte suele acompañarla a tomar café, pero nunca se atreve a llevarsela, ella le sirve una tasa y la muerte se sienta con Etelvina en el corredor, allí se les ve conversar por horas, o guardar profundos silencios mientras a ella se le los años le nublan los ojos; no le duelen los que ya no están, si no mas bien los que nunca volvieron, la muerte avergonzada por ello, no se atreve a llevarla consigo; de nuevo; y es la única visita en su casa, y aunque nunca tratan el tema, cuando Etelvina se pone muy sería la muerte se va; ya que ni ella tiene respuestas sobre donde están sus hijos.
Etelvina adorna la casa con banderas viejas, desteñidas, remendadas, según dice, son banderas de cuando la patria era aún la patria de todos, son banderas viejas y añejas como sus pasos, que hacen juego de abandono con las luces de navidad que hace dos años un vecino le instalo, mismas que permanecen apagadas para disimular que ya no es diciembre.
Cuando mis hijos vengan - dice- quiero que vean que sigo adornando la casa como cuando ellos eran niños, que vean las banderas por que en mi familia siempre fuimos verdaderos patriotas.
Una tarde me tope con la muerte mientras salía de su casa, no sé que decir -me comentó cabizbaja- no tengo idea de donde están los desaparecidos, aveces simplemente te llevas a gente sin nombre.
Etelvina sigue allí, oliendo a café, oliendo a vieja, sus ojos guardan a pesar de su cuerpo, cierta valentía y empuje, su esperanza sigue viva por que espera cada día, cada noche, y siempre esta lista, ha guardado su sonrisa durante años para el día que los vea llegar, siempre les tiene lista comida, sus camas aseadas, la casa adornada aunque se caiga de vieja; y descuidada; pero es que sus fuerzas ya no dan para mas, al final termina siempre la muerte tomándose el café de su Daniel y su Alberto, pero igual cada noche les va a decir cuentos y bendiciones a sus camas, y ellos no vuelven a recibir sus besos agotados de tanta espera.
Todavía guarda rencor por aquellos que simpatizan con el otro partido; los traidores, les llama; para ellos nunca hay un saludo, y murmura al verlos pasar, ya los demás tenemos cicatrices y hemos aprendido a vivir con ese olvido, para ella la dictadura no termina, y no terminará hasta el día en que vuelvan sus hijos, o finalmente la muerte, le traiga noticias suyas.

lunes, septiembre 22, 2008

Por que no cae la noche? (tres días atrás)


La encontró como siempre afuera de el bar, como siempre; todos se arremolinaban, hablaban, planeaban, equilibravan, planteaban y negociaban las cosas que planean a corto plazo los jóvenes, amores y deshamores; él la vio con desprecio, mientras ella se acercaba cabizbaja y avergonzada, haciendo trompas y con esos ojos que tan solo tres días antes le hubieran conmovido; a él; hasta el alma. Apenas musito un "te amo" arrepentida y a él la cara se le lleno de sangre que exploto en su boca como odio. La increpo con todo el amor que le tenía; vuelto odio; con unas ganas locas de abrazarla la maldijo, con un deseo casi incontrolable de besarla y perdonarla ahí mismo la mando a la mierda, ella solo atinaba a mirarlo en intervalos de segundos, y bajar la mirada mientras gimoteaba y las lágrimas caían la escasa distancia entre su cara y el suelo, mientras todos asombrados volteaban y se incomodaban ante ese terrible e intempestivo ataque de odio de quién; y a sabiendas de todos; la amaba desesperadamente solo tres días antes.

Y es que ella era mas que un amor juvenil, un amor idealizado por David, él decía que cada uno de sus poemas, de sus escritos, aún antes de conocerla, tenían su imagen, eran para ella, que la había reconocido apenas dos miradas después de conocerla, y así se entrego a ella y ese amor que parecía aveces exagerado para dos muchachos de su edad incluso. Recordó que ella era la única, a parte de su madre que decía que su expresión en la foto de la primera comunión era preciosa, cosa que jamás entendió ya que a él esa mueca en su cara le parecía horrible, Ella rebelde, desordenada y loca fue siempre su aliada, su cómplice, su confidente, su musa hasta hace tres días atrás.

David soltó al increparla todos los poemas de amor vueltos celulosa muerta, algunos incluso jurán haber visto en sus ojos; de ella; el momento justo en que su corazón herido le apretó el pecho, mientras las lágrimas eran tantas ya y tan espesas que contener el doloroso gemido era imposible, mientras él, reaccionando de su profundo odio y con los ojos absortos dejaba a medias frases que será mejor no repetir.

Todos miraban y murmuraban, mientras él entraba al bar, ella de pie recibía un abrazo mientras quedaba desconsolada en la acera; él se deshacía en odio, ella murmura suplicas, los presentes querían que se los tragase la tierra, por un momento dejo de importarle esa mirada; a él; la misma que lloró durante tres días, ahora con una malvada satisfacción y la mueca de la foto de la primera comunión la mira, la ve desecha, se sienta en la barra de el bar, prende un cigarro y pide una cerveza; satisfecho al fin logra bajarse el odio atravesado en la garganta; y en ese momento recuerda sus labios, su olor, la primera vez que la abrazo desnuda y el miedo en su cara, si tan solo pudiera devolver esos tres días y evitar que ella se equivocará! pero al igual que entonces su mueca de satisfacción insana se desdibujo mientras pedía que cayera la noche, y la noche no llegaba, lloró, lloró desesperadamente y tan lamentoso que nadie pudo evitar darse cuenta; muchos planes de amores y deshamores quedarón inconclusos ese día; como tres días atrás; él se arrecostó en el mostrador y pareció que se dormía llorando, dejo el cigarro consumirse en los dedos, y la cerveza calentarse junto a él, mientras afuera ella llorando inmóvil en el mismo lugar, y con sus alas negras desgarbadas susurraba entre llantos y gimoteos "por favor que no caiga la noche!, por favor que no caiga la noche!"

lunes, septiembre 15, 2008

Volver al polvo.



Cuando la guerra volvió dolor y ruinas la casa, mi primer impulso fue correr a buscarlo, tu, siempre mas ecuánime no me lo permitiste, y la angustia me nublo a partir de allí la mirada. Cuando ya no pude esperar mas, y salí por entre las calles destruidas e incendiadas de el barrio, en medio de la polvareda blanca de el concreto derrumbado y ese sordo sonido blanco de mis tímpanos destrozados por las explosiones, el vecino apareció con él; "lo siento! no pude salvarlo ni a él ni a mis niños, pero al menos te traigo su cuerpo", me dijo llorando sin que yo le entendiera tras varios días, mientras que por varias noches repase el movimiento de sus labios. Me entregó a mi hijo muerto, tu corriendo llegabas en ese momento, se derrumbo a llorar sus muertos, y lo dejamos ahí en medio, solo, sin darle un gracias, sin darle un "hasta luego"


Te entregué a mi hijo muerto, y la sangre y el dolor en su rostro se hicieron polvo en tus manos, se le seco la piel, se le seco la niñez, y una telaraña me quito para siempre el brillo de sus ojos; se me estremeció el vientre y hasta entonces reaccionas, me abrazaste por la espalda y lloraste, gritaste, desesperado me juraste cuidarme con tu vida, que ya veríamos la forma de salir de allí, y me besaste el vientre, le explicaste a nuestro bebé lo que ocurría, y juraste protegerlo.


Te vi llorar y sudar cada bocado de sangre que me servías, te vi arrancarte la piel para alimentarnos, me serviste lo que encontraste, una rata, una araña, tu piel, tu semen; pero no tocaste ningún muerto, lo sé por que mientras dormías vi que te faltaban dos dedos de la mano, y lloré por que esas eran mis manos, las manos que me hicieron enamorarme de ti.


Que sentido tiene sobrevivir a esta muerte? mi hombre mutilado, en su espíritu; no deja de llorar a mi hijo muerto hecho polvo, y esta criatura que me crece en el vientre... que le espera? que sentido tiene sobrevivir a este dolor, a esta miseria? vivir cada día y amanecer mañana? solo otorgan otro día para seguir sufriendo, para seguir maldiciendo tus labios cuarteados que no me besan, tus ojos llorosos que no me miran, tu cuerpo maltrecho que no me ama, y a mi niño muerto y amortajado en una bandera de una maldita patria que fue madrastra, y pederasta, que sentido tiene? si este vientre dejo de latir desde el momento en que nuestro pequeño se hizo polvo en tus manos?


Finalmente despiertas; mi cuerpo tiembla y mi entrepierna arde, arde un dolor apenas perceptible por los invisibles y demonios en mi cabeza, te entrego mi útero muerto, tu con pánico lo tomas y bajas la cabeza, el mismo que ya no late se hace polvo en tus manos, se seca la sangre que gotea en la tierra de nuestra trinchera; entre la sala y la cocina que eran está; una telaraña se lleva para siempre el brillo de tus ojos, ya no me miras, solo levantas la mirada y ruegas a Dios, o mas bien le reclamas! te oigo murmurar "por qué Dios!? Por qué?" y Dios en traje caqui y con casco, parado sobre los restos de la terraza te dispara justo en la frente, y te veo caer abrazando mi útero, alcanzando a nuestro hijo.
Dios baja con algunos de sus ángeles, y al ver la bandera que sirve de mortaja a mi vientre vacío me apunta con el rifle, yo levanto una oración, Dios me golpea con la cacha de el arma y él y sus ángeles me violan repetidamente durante la noche, cada vez quema mas la entrepierna, y alguno que resulto ser el ángel de mi guarda me limpia con licor tan solo para seguir violándome. Te veo al lado muerto hacerte polvo, y de nuevo entonces aparece mi ángel confortador con su rifle, me envía un beso que sumba en el viento, entonces dejo de orar, se viene el silencio, se viene la oscuridad.

lunes, septiembre 08, 2008

Cuando todos se fueron.

Parte de la magia de la casa y el barrio era precisamente, el que la misma estuviera justo al final de la larga calle, donde el mundo parecía terminar. Y es que el Barrio de una sola calle rumbo a la nada era precisamente dos hileras de casas, hermosas y viejas, de esas donde viven los abuelos, donde el olor a café adherido a las paredes y los techos, son un habitante mas.

La casa de Raúl estaba de última, unos metros retirada de las últimas dos de cada lado de la calle, con el frente dando directamente a esta, por lo que desde el corredor de la entrada era fácil tener control de todos los demás vecinos, de lo que ocurría en cada casa, de quién entraba y quién salía.

Así, aquella tarde oscura y lluviosa, Raúl fumaba un cigarro cuando vio irse a la primera vecina, era la señora Morales, una viejecilla religiosa pero simpática, muy metida en sus rezos y en las cosas de todos los vecinos, siempre con buenas intenciones, pero además, opinando mas de la cuenta, cosa que todos perdonaban por su edad. Recuerda aún que todo el barrio salió a la calle cuando se la llevaban, la gente murmuraba, algunos hasta lo sintieron como una perdida, Raúl lo vio desde lo lejos, como una postal de la tristeza.

Así el barrio fue quedándose a oscuras, las casas se fueron vaciando en orden y cada una fue el mismo ritual, con la gente en la calle en despedida silenciosa, hasta que de pronto era obvio que se trataba de un patrón, y que poco a poco ese seria el destino de cada casa, en cuestión de días, horas, semanas. Al principio era común que los vecinos se reunieran para hablar de el tema, buscando alguna forma de revertirlo, para Raúl era poco indiferente el asunto, su casa al final de la calle le daba cierta confianza de que hasta para la muerte esa sería la última parada, pero sin darse cuenta de pronto, ya todos se habían ido, y ya los últimos antes de que llegarán por ellos, no salían a despedir a los otros, si no mas bien, se escondían, tratando de evitarlos.

Entonces Raúl los vio un día desde el corredor, eran hombres de negro, en una carroza, parecían no tener cara desde lo lejos, aunque el frío en el espinazo de Raúl provino de la mirada de alguno de ellos, sin ojos en el rostro que le miraba mientras se llevaban a los Rojas, justo tres casas antes de la suya, por la hilera izquierda. Desde entonces ya nadie encendía las luces, tratando de despistarlos, y sin embargo nunca les fue difícil llegar justo a las casas habitadas de quienes seguían en la lista.

El barrio quedo vacío, a oscuras, Raúl seguía fumando en el corredor, el olor a café de las casas se volvió moho, y por las noches el barrio se lleno de sombras que parecían anunciarle que pronto vendrían por él.

Esa mañana ya su familia se había ido, y Raúl se sentó en el corredor a esperar, seguro de que cuando viera venir a la carroza esta vez vendría por él. Justo se enjuago un recuerdo en la cara, cuando los bichos que tenía sobre todo el cuerpo le hicieron entender que era el momento, vio aparecer la carroza al final de la calle, ni siquiera se puso de pie.