martes, junio 30, 2009
sábado, junio 27, 2009
En mi puerta (cuéntame otro chiste de naufragos)

No te miento, ni te engaño, tú sabes bien lo que quiero, y aunque el pudor y el recato te lo nieguen, es lo mismo que tú deseas.
El miedo ha de paralizarte y solo por eso, espero calmado que sea tu cuerpo el que llene el vacío de tu sombra sesgado en mi cama, haces falta aquí, me hace falta pervertir tu temerosa mirada de inocencia.
Prometo ser bueno, prometo sereno y prometo juego previo, no te juro eternidades ni diarios de lunas y poemas, el único verso será convertir esta pasión lujuriosa en beso, y que parezca sincero; será mi cuerpo y mi sudor en el tuyo aparentando, que son dosis de amor entremezclándose con el tuyo.
Me mirarás, y tendrás temor de enamorarte; me preguntarás por tus sentimientos, y yo te prometeré que finjo quererte, te diré palabras de amor no ciertas, pero solo como parte del trato, no como un engaño, no como excusa para que hoy estés en mi cama, no para enseñarte técnicas de amantes y verbo, por que no serás mi musa, no serás mi amor, serás amante y serás almohada, y prometo dejarte verme dormir, y fingir que sueño contigo, y sonreirás feliz y enamorada, y no seré yo quién rompa tus sueños.
Pasará el tiempo y te habré olvidado, para ti seré un amor paréntesis de esos que contaban chistes de náufragos en la memoria, un buen recuerdo, mientras tu vida pasará y se llenará de otras historias, y horas de tedio donde volveré a tu pensamiento; lo ves? no te habré mentido, estaré allí como un personaje querido en tu pasado, posiblemente seguirás a pesar de los años y las sombras arrancadas de tu entrepierna abrazando mi nombre en un oso de felpa mientras duermes, y yo seré ausencia, que traerás para consolar tus anhelos.
Quizás un día nos volvamos a encontrar, tu serás mas mujer por la luna cada mes y mi recuerdo que te despertó mujer verbo en mi cama, y entonces con tu traje ejecutivo te pondrás seria, pero te rendirás finalmente ante este que a pasar de los años que te lleva, sigue siendo ese paria bohemio que esta noche te convenció de creerte este cuento de que te quiere; y volveremos por unas noches a los lugares comunes por ti amados, a hacerte creer que se abre este paréntesis en el que te piensas musa y eres verbo, yo grabaré mi nombre con tinta china en tu corazón, y a ti te dejaré dibujar tu nombre en la arena de mi playa en marea baja, y me dirás adiós esa noche ilusionada, vestida de ejecutiva, con la misma cara de niña asustada con que te espero; yo te diré adios para siempre; y cuando cuelgue este teléfono ahora, tan solo me recostare para preparar mi papel, y en un rato tocarás a mi puerta, aún entendiendo todo esto, y con tu cabello y tu blusita mojadas por esta garua me dirás "Aquí estoy a tu puerta, soy tuya, cuéntame otro chiste de náufragos"
lunes, junio 22, 2009
Nombres en la arena

lunes, junio 15, 2009
Ella mora en el viento.

Siempre he sabido que desde esta montaña gustan bajar los muertos, pero nunca ninguno se ha detenido en la ventana de el cuarto de mi casa como esta pequeña, que tras muchas noches me parece está obsesionada.
tendrá unos 12 años y al menos no sé cuantos de muerta, pero por tanto también juega a seducirme con levedad de movimientos, sutiles y bien intencionados, mientras me resisto a pensar en algo malo, aunque no puedo.
Me he dedicado a sentarme frente a la ventana en el suelo para descubrir que piensa, aunque me es imposible mirarla a los ojos por lo que desde ellos transmite, antagónico quizás; la ternura de su cara, la seducción de sus movimientos, la ternura de su cuerpo, el demoniaco estupor de su mirada.
Golpea la frente contra el vidrio, parece que llora, aveces me parece que ríe, quizás finja ambas, me empieza a llamar mas la atención que antes, cuando me muestra al fin, acomodando su pelo hacía atrás; su cuello desencajado, como cuando con violencia se es estrangulado; y su entrepierna sangrante.
A pesar del dolor y el estupor parece inofensiva, y se aleja respetuosamente un paso de el vidrio, casi acaba la hora de los muertos; la ansiedad y la curiosidad me van controlando, mientras el escalofrío se torna confianza.
La dejo entrar, abro la ventana, en realidad no sé si es que su mirada me ha hipnotizado, pero la dejo entrar; sostiene los arapos que lleva encima al levantar la pierna para pasar el quisio de la ventana, como una señorita de su edad, contraída de hombros y sosteniéndose los muslos se para a un lado, me le acerco y me rehuye, trato de tocarla y da un paso atrás, tiene la mirada posada en el suelo, me acerco más y la acorralo contra una esquina de la habitación, solo entonces levanta la vista, solo entonces en su mirada entiendo lo solos que se quedan los muertos, y como pactan con la muerte el quedarse entre los vivos, y se pone furiosa, no sé por un momento si trato de protegerla o de poseerla, pero ella me ladra, como un perro; me muestra los dientes y con violencia se sacude, saca un afilado pedazo de vidrio de sus arapos y me corta el abdomen, la sangre y las vísceras caen en el suelo mientras mis rodillas golpean el piso, entonces sonríe; y me acaricia el cabello mientras me desangro en el suelo, no dice nada; pero lo entiendo todo, ahora esta feliz de tener con quién jugar mañana con las campanas, de tener con quién babear nuevas ventanas, con quién bajar cada noche tomada de la mano, de tener con quién jugar y a quién seducir mientras los muertos son silencio en silencio y soledad en la compañía, esperando la hora de los muertos en la montaña.
lunes, junio 08, 2009
Procesión nocturna.

Yo le lamo las heridas a su madre desfallecida sobre la cama, encharcada en sangre, tan indefensa como el niño que arranco de su entrepierna. Y es que hasta las perras paren, como no lo va a hacer esta criatura? Sus padres caminan lento desde arriba de la cuesta que trae el camino, pasa frente a la casa y termina en el templo, a solo unos pasos de acá; vienen y caminan, cantando lamentos que me hacen sonreír, con sus candelas, con sus mentiras, vistiendo luto y acompañados por casi todo el pueblo devoto en su procesión de muertos de viernes santo.
Traen vírgenes y magdalenas llorando en los hombros, vistiendo túnicas moradas como el sacerdote que pendula un quemador de cobre hirviendo, regando semen sacrosanto que huele a incienso por la calle real, ese que al oler las señoras mas viejas con su velo negro se persignan; vienen bajando y el pueblo detrás de un sepulcro llora, como si fuera un muerto el que traen, y no un amasajo de espanto; un Cristo muerto de madera según su imaginario; yo los veo desde la ventana mientras la obesa relame la sangre que le ha goteado el pecho, y la desfallecida ajena a todo empieza a incubar, a dar posada en su vientre al vacío del flagelado, un verdadero niño Dios que ha muerto, sin siquiera haber nacido.
La procesión nocturna pasa frente a la casa, pasa en silencio, solo se reconocen los pies arrastrados, los susurros de los lamentos, corro la cortina para verlos mejor, me interrumpe un gemido lastimero de la que inconsciente sostiene su vagina ensangrentada; vuelvo a la calle para verlos volver a ver a la casa, ellos; sus padres; no imaginan lo que aquí sucede, y solo ven mi silueta, en eso entra la nana que consiente y cómplice sirve para tapar el triste hecho, trae una tina y estropajos para limpiar la sangre, a la niña parida, y que servirán de mortaja al niño que ya la gorda ha engullido completamente; ya es de esa muerte obesa y cabrona; ellos solo ven mi silueta e imaginan que es su devota hija admirando el rito, al que no asiste por el veto que el padre Carlos le ha dado a los buenos jóvenes después de la hora del rosario, misma que aprovechan para encamarse, masturbarse, o entregarnos a sus hijos muertos.
Para la Nana pasamos desapercibidos, a su edad reconocernos es pactar la existencia de un demonio al que la religiosidad no puede dar cabida; ya los dolientes entran a la iglesia con su madero muerto, entran rezando, de rodillas y llorando, el espectáculo me regocija, la obesa me seduce y yo asqueado le sonrío, siempre la excita tragarse así la vida truncada de un niño muerto; para cuando todos salen de la misa, la muchacha descansa la fiebre aseada y entre sabanas blancas, inmaculadas; sus orgullosos padres pensarán que duerme, ya la obesa y yo nos habremos ido, y ella dormirá la madrugada y gran parte de el día siguiente, el domingo volverá recuperada a ser una niña de bien cuando represente a la virgen en la procesión del resucitado, la obesa y yo seremos cotidiano para seguir invisibles hasta que en la próxima procesión nocturna, otra virgen necesite que le guardemos un hijo muerto.
sábado, junio 06, 2009
...y bueno, me entrevistaron...

lunes, junio 01, 2009
El peso de la noche (dando vueltas en sí misma)
