
Aquí, con las patas para arriba en el baño de esta gente, lastimado todo mi cuerpo por el golpe, no me queda más que esperar a que la noche me cubra y mis dolientes extremidades se recuperen.
En principio, y dada por muerta, me dejaron tirada a mi suerte en el piso helado, a mi suerte, apagaron la luz y se fueron, quede largo rato en la oscuridad en esta indecorosa posición escuchando en principio lejanas sus conversaciones sobre mí. En los últimos días, varias han sido las muertas de mi especie en este mismo lugar y de la misma forma, un golpe certero que en algunos casos fue instantáneo y en otros como en el mío, nos han dejado aquí pensando en esto y en aquello; de lo que no nos queda duda es de que nos odian, aunque muchas llevamos en esta casa largo tiempo, viviendo en las hendijas, en los rincones, las tuberías, alimentándonos de sus sobras, de los platos sucios en el lavadero, de sus provisiones cuyos empaques mal cerrados nos invitan a cenar.
Los escucho lejos teniendo sexo, yo adolorida aún, apenas tratando de acomodar ideas y recuperarme para volver a mis rincones a sanar las heridas, en realidad el golpe fue certero como para matarme, pero por algo hemos estado aquí durante miles de años, y tal como suelen decirlo, estaremos aquí también después de ellos, por que somos fuertes, por que evolucionamos más rápido y mutamos mejor para adaptarnos, sirviéndonos de lo que ellos hacen, viviendo a expensas de su suburbia.
Entonces lo escucho venir, él abre la puerta y me encuentra y se acuerda de mí, duda en la puerta y me ve mover las antenas, si, estoy viva! Me dejaste aquí y me diste por muerta maldito! Pero estoy aquí viéndote, entendiendo mi impotencia, pero llena de rabia, no creas que no, somos más que ustedes y un día saldremos todas, aunque de tener un poco más de conciencia de comunidad, hace rato que hubieran venido por mí y me hubieran rescatado.
Entonces me menosprecias y lleno de valor me pateas para no verme, termino bajo el papel periódico al lado de la silla de loza donde se sientan, la que esta llena de agua; no fue por gusto que salimos, fue la remodelación en el baño y en la cocina la que nos hizo exponernos así, por lo general salimos siempre mientras duermen, y la convivencia así, en su ignorancia es más llevadera, pero cada vez que nos ven nos atacan, nos matan; y ahora bajo este papel residuo de la remodelación lo veo, sentado allí pendiente de mí, con un libro en la mano que lo acompaña, no deja de mirarme mientras termina su ritual de desechos corporales; ha de estar pensando en aplastarme con él; sé que no lo hará, suele valorarlos más que a nuestras vidas; yo sigilosa me doy vuelta, es difícil, pues no estoy recuperada aún, pero este es mi chance, mi última oportunidad, me arrastro lento con todas las fuerzas y los impedimentos que el cuerpo en este momento me permiten, y entonces pone el libro a un lado, me mira y asombrado y asustado me ve moverme, yo me detengo, me quedo quieta, pero no tiene reparo en pisar de nuevo sobre el papel donde me vio moverme, me revienta las patas contra el suelo, me revienta y arrastra el tórax por el piso, se tranquiliza al verme destrozada, yo ahora entiendo el cambio en mi destino, yo que esperaba el sigilo y el tiempo solitario de su ausencia para escapar, ahora al verme destrozada y partida a la mitad me resigno y entiendo que lo que me queda es esperar la muerte, deseo que llegue antes que las hormigas con el sigilo de la madrugada, mientras ellos duermen.
En principio, y dada por muerta, me dejaron tirada a mi suerte en el piso helado, a mi suerte, apagaron la luz y se fueron, quede largo rato en la oscuridad en esta indecorosa posición escuchando en principio lejanas sus conversaciones sobre mí. En los últimos días, varias han sido las muertas de mi especie en este mismo lugar y de la misma forma, un golpe certero que en algunos casos fue instantáneo y en otros como en el mío, nos han dejado aquí pensando en esto y en aquello; de lo que no nos queda duda es de que nos odian, aunque muchas llevamos en esta casa largo tiempo, viviendo en las hendijas, en los rincones, las tuberías, alimentándonos de sus sobras, de los platos sucios en el lavadero, de sus provisiones cuyos empaques mal cerrados nos invitan a cenar.
Los escucho lejos teniendo sexo, yo adolorida aún, apenas tratando de acomodar ideas y recuperarme para volver a mis rincones a sanar las heridas, en realidad el golpe fue certero como para matarme, pero por algo hemos estado aquí durante miles de años, y tal como suelen decirlo, estaremos aquí también después de ellos, por que somos fuertes, por que evolucionamos más rápido y mutamos mejor para adaptarnos, sirviéndonos de lo que ellos hacen, viviendo a expensas de su suburbia.
Entonces lo escucho venir, él abre la puerta y me encuentra y se acuerda de mí, duda en la puerta y me ve mover las antenas, si, estoy viva! Me dejaste aquí y me diste por muerta maldito! Pero estoy aquí viéndote, entendiendo mi impotencia, pero llena de rabia, no creas que no, somos más que ustedes y un día saldremos todas, aunque de tener un poco más de conciencia de comunidad, hace rato que hubieran venido por mí y me hubieran rescatado.
Entonces me menosprecias y lleno de valor me pateas para no verme, termino bajo el papel periódico al lado de la silla de loza donde se sientan, la que esta llena de agua; no fue por gusto que salimos, fue la remodelación en el baño y en la cocina la que nos hizo exponernos así, por lo general salimos siempre mientras duermen, y la convivencia así, en su ignorancia es más llevadera, pero cada vez que nos ven nos atacan, nos matan; y ahora bajo este papel residuo de la remodelación lo veo, sentado allí pendiente de mí, con un libro en la mano que lo acompaña, no deja de mirarme mientras termina su ritual de desechos corporales; ha de estar pensando en aplastarme con él; sé que no lo hará, suele valorarlos más que a nuestras vidas; yo sigilosa me doy vuelta, es difícil, pues no estoy recuperada aún, pero este es mi chance, mi última oportunidad, me arrastro lento con todas las fuerzas y los impedimentos que el cuerpo en este momento me permiten, y entonces pone el libro a un lado, me mira y asombrado y asustado me ve moverme, yo me detengo, me quedo quieta, pero no tiene reparo en pisar de nuevo sobre el papel donde me vio moverme, me revienta las patas contra el suelo, me revienta y arrastra el tórax por el piso, se tranquiliza al verme destrozada, yo ahora entiendo el cambio en mi destino, yo que esperaba el sigilo y el tiempo solitario de su ausencia para escapar, ahora al verme destrozada y partida a la mitad me resigno y entiendo que lo que me queda es esperar la muerte, deseo que llegue antes que las hormigas con el sigilo de la madrugada, mientras ellos duermen.