
Finalmente concluyó tan simple, tan relativo, dijimos adiós queriendo llorar y sin ser capaces de abrazarnos y hacerlo, tú te ibas de mí para siempre, para qué llorar sin nosotros? para que enjuagarnos las lágrimas y terminar sonriendo haciendo el amor?
Somos demasiado breves, justo después de creernos eternos, nuestra existencia tiene la relevancia y lo efímero a flor de piel, como las canciones trascendentales, las madrugadas largas, los amores perdidos.
Me encantaba dormir junto a ti, ya no pasará más, igual me encanta todavía; morderte los pezones, jugar con tus dedos, comenzar ese forcejeo cómplice mientras se ponía serio y terminábamos uno sobre otro, al lado, tan locos.
Nos mirábamos, nos atacábamos, tu lengua saboreaba mis mejillas por dentro, nuestra saliva una y fue tan poco, tu besabas con los ojos cerrados mientras yo espiaba de cuando en cuando si tu hacías lo mismo, y no; tú te concentrabas en mi boca, en revolcar mi lengua con la tuya, en dejar tu sabor entre mis dientes, tu aliento en mi memoria.
Entre el trabajo y el fin de semana siempre nos las ingeniábamos para dar espacio a sabáticas maratones de el uno y el otro, y no fue suficiente, para que levantarse de la cama si no apenas para comer? fumar un poco o buscar entre la pila de libros algún poema dedicado a la nueva llantita en mi estomago o a la nueva estría en la base de tus nalgas? envejecer era motivo de alegría entonces.
Qué fácil es escribir ahora! que tristes letras y melancolía me dicta la ausencia! qué bien se ve un manuscrito manchado de humedad redonda mientras las lágrimas hipócritas caen junto a la tinta, hipócritas por qué no fueron capaces de solventar el orgullo y decir "te amo", orgullosas por que se quedaron dentro mientras salías de casa con tus maletas.
No basto el amor.
No basto el sexo.
No basto ni siquiera la razón, y ahora toca el olvido, se viene la soledad, la oscuridad de tu cuerpo ausente, el silencio; cuanto aprendí del silencio cuando ya callar no servía para nada! y te vas, te fuiste, y pretendemos que todo estará bien, que el espacio breve de los libros que te llevaste en la biblioteca siempre estuvo allí, que la ausencia de tus canciones en la radio siempre fue, que mis besos no sirven para nada sin ti, que lloro por nadie hasta quedarme dormido.
Hoy vuelvo a fumar, porque ya no te molestará besar este cenicero de mi boca, yo emprenderé caminos de el olvido en la costumbre, finalmente vencido me cambiaré de apartamento, quemaré la cama, regalaré la cocina, y fundaré la tristeza al omitirte de mi vida, y la boda que nunca tuvimos, los hijos que nunca parimos, el amor que matamos y dejamos putrefacto en esa línea invisible en medio de la cama, donde se fermentan tus besos y los míos, nuestro sexo, y que fuimos incapaces de llenar con un te quiero al menos, de un perdóname, aunque sepa amargo, aunque sea ajeno, por eso hoy aprendo tanto de el silencio, de la peor forma.