
Te fui a ver mientras dormías, luego me escondí en el rincón de siempre, entre las rendijas de el piso, entre la ropa de el closet, en la sombra de la cortina.
Morías plácidamente a pesar de que con tus manos sostenías tu vientre infértil, cocinado por los medicamentos, el sudor de tu frente me asustaba más que mi propia muerte; impredecible te levantabas de tu cuerpo, bailabas al son de mi silencio, jugabas con tu cabello, danzabas una canción invisible, pasos sin sonido, me volvías a ver tratando de sacarme de mi letargo, de mi rutina, mi timidez, extendiendo tu mano me invitabas a subir a la cama, bailabas menguante; en varios tiempos; me invitabas en futuro perfecto, presente retórico y pasado progresivo, conforme tu sonrisa suicida se me hacía mas clara, comencé a mostrarme en el espacio vacio entre la cama y la pared, levantándome, sonriéndote, dejándome seducir por tu misterio, tu muerte que me busca, como si en la multitud de los vivos te estorbará el cuerpo para buscarme, pero tu no sabes tanto como crees, y mientras me tomas de la mano para subirme a bailar contigo, me proyecto y hago caer la caja de música de la cabecera de la cama, y estalla en mil pedazos, escuchas entonces la pregunta preocupada de el cuarto contiguo, los pasos presurosos que vienen por el pasillo, retengo mi sonrisa en los labios apretados, aún no sé si más bien una mueca de llanto, me miras molesta sin soltarme y desilusionada ves abrirse la puerta, con tu madre que enciende la luz, ve tu cuerpo y las pastillas; me miras sin decir palabra, ya no bailas; hoy no mi amor te lo ruego; vuelvo a la reendija de la perilla en la puerta, tú te acuestas sobre ti mientras me lanzas una última mirada, tu madre llama al 911 y te hace vomitar para devolverte el alma al cuerpo.
Morías plácidamente a pesar de que con tus manos sostenías tu vientre infértil, cocinado por los medicamentos, el sudor de tu frente me asustaba más que mi propia muerte; impredecible te levantabas de tu cuerpo, bailabas al son de mi silencio, jugabas con tu cabello, danzabas una canción invisible, pasos sin sonido, me volvías a ver tratando de sacarme de mi letargo, de mi rutina, mi timidez, extendiendo tu mano me invitabas a subir a la cama, bailabas menguante; en varios tiempos; me invitabas en futuro perfecto, presente retórico y pasado progresivo, conforme tu sonrisa suicida se me hacía mas clara, comencé a mostrarme en el espacio vacio entre la cama y la pared, levantándome, sonriéndote, dejándome seducir por tu misterio, tu muerte que me busca, como si en la multitud de los vivos te estorbará el cuerpo para buscarme, pero tu no sabes tanto como crees, y mientras me tomas de la mano para subirme a bailar contigo, me proyecto y hago caer la caja de música de la cabecera de la cama, y estalla en mil pedazos, escuchas entonces la pregunta preocupada de el cuarto contiguo, los pasos presurosos que vienen por el pasillo, retengo mi sonrisa en los labios apretados, aún no sé si más bien una mueca de llanto, me miras molesta sin soltarme y desilusionada ves abrirse la puerta, con tu madre que enciende la luz, ve tu cuerpo y las pastillas; me miras sin decir palabra, ya no bailas; hoy no mi amor te lo ruego; vuelvo a la reendija de la perilla en la puerta, tú te acuestas sobre ti mientras me lanzas una última mirada, tu madre llama al 911 y te hace vomitar para devolverte el alma al cuerpo.