viernes, enero 06, 2017

Desvelo



Su pene olía a cigarrillo y sabía a ceniza, así supe que se había estado masturbando antes de que yo llegara, y fue más que evidente cuando vi el perfil de Facebook de ella en su computador. Lo encontré desnudo y sudoroso, asustado por mi llegada. Llegué con mi vestidito corto y pegado al cuerpo, con mis anteojos de niña buena y mi sonrisa de susto, lista para entregarme como lo hice. Desde el principio la iniciativa fue mía, estaba más bien asustado, a pesar de que la noche era precisa, el silencio en la casa y nuestras soledades en cuartos adjuntos, el bochorno de la noche, y la madrugada que desde que nos despedimos en el salón tras el último trago, se presentaba propiciadora y larga, sonámbula, insomne.
Cuando me levanté de mis rodillas y alce mis ojos, solo atinó a mirarme, como al que una fantasía le llega de improviso en la noche; cuando deje caer mi vestido y quede desnuda, sé que notó que el largo de mis brazos apenas daba para taparme con mis manos el sexo, como último intento púdico de la noche.
Le pedí que me abrazará, que me besará, que me hiciera suya, y entonces reaccionó, y nos encontramos ahí entonces, dos sombras, revoloteando y gimiendo en la oscuridad, me llevó a su cama, desordenada, descuidada, no por dormir en ella; todavía fermentaba el sudor de la pre noche, y acostada sobre mi espalda me comenzó a llevar, como cuando un padre lleva a una hija de la mano y le muestra y le enseña el mundo; me hizo recordar entonces cuando así era, cuando mi padre me enseño la lluvia, la luna, las casas, la gente y los vehículos; pero diferente, era la misma actitud, y yo la misma niña aprendiendo, pero en otro ámbito muy diferente, aunque la sensación de paternalidad no la perdí hasta que las sensaciones; nuevas para mí; me fueron cargando de la pasión desconocida que me subió del vientre al estómago; donde se confundió con el susto y se esparció por todo mi cuerpo.
Mis torpes aleteos me hicieron recorrer la cama con mis manos, y entonces la sentí, de el desorden emergió su cabello; de ella; y la vi, desnuda entre las ropas de cama, tan pequeña y delgada como yo, escondida, disimulada entre el puño de almohadas y sábanas, despertando al fin por el sexo que se fraguaba en la alcoba, él tomándome, y ella despertándose, yo tan poseída de su sexo que no pude sentir susto ni vergüenza cuando levantó la cabeza y nos vió; y sonriente y dispuesta se unió al juego, y me besó; nunca había besado en la boca a una mujer, y esta que me descubría amante de su hombre, me besaba en la boca; sus labios sabían a alcohol y a semen, así supe que era ella quién lo masturbaba, y que además, había vuelto a fumar; y él la pensaba, él la deseaba mientras me penetraba, y no me importó entonces, era una sombra, un recuerdo, una ausente que venía a volver entre los suyos, y no le importaba saber que yo; terrible; me estaba metiendo en el desvelo de su noche,  del sexo de él y el recuerdo de ella, de su perfil de FB, sabiéndome que era mi primera vez y que éramos los tres, en esa cama que todavía fermentaba el sudor de ella de tantas veces, y que como hoy, solía volver en su día, en la noche en el que  él recordaba y amaba a sus muertos, a Amelia, objeto de él que me penetraba con su cuerpo, mientras me cobijaba con el recuerdo de mi hermana, aquella que cuando murió, me dejó todavía muy niña para entrar en su cuarto y decirle que a pesar de que ella le poseía, era yo la que lo amaba con el amor infantil que hoy le entregaba, en el desvelo de su recuerdo de Amelia muerta.

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