
Era uno de esos pueblos detenidos justo después de la quiebra de el ferrocarril y las bananeras; en realidad no sé como llegue ahí, pero mi madre y mis hermanos nos encontramos en medio de la pobreza y la decadencia de gentes un poco salvajes y violentas, como el sudor despiadado que cubría sus cuerpos, por el calor espeso que circulaba como humo en el aire.
El tío de mi madre; un viejo pervertido y algo criminal; me miraba mas que como progenitor como pervertidor, mientras insistía en llevarme a tomar algo al pueblo aduciendo –"ya esta muy guión, hay que hacerlo hombrecito!"- y así llegue a una cantinucha llena de viejos sucios como él, donde se tomaba un terrible guaro de contrabando, y las putas viejas y gordas se restregaban contra los clientes. –Este lugar me asquea!- le dije al tipo que besaba a una mujer cuyos dientes habían pasado a mejor vida junto a su belleza. –A cabrón! Lo que querés son putas buenas!- pagó la cuenta mientras se despedía de todos a gritos y con la mano arriba; tomándome de el hombro me llevo afuera y me encamino hacía los potreros –No esta lejos!- me dijo, y yo que solo quería pronto olvidar ese olor a sudor añejo y alcohol que se me quedo impregnado en la nariz, lo seguía con desgano pero sin protestar.
Caminamos un buen rato entre calles de tierra y casillas olvidadas hace mucho, donde sin duda solo vivían los fantasmas, para llegar finalmente a una choza escondida a penas a unos metros de la callejuela principal.
Nos recibió una vieja, saludó con un apretón en el hombro a el tío de mi madre, mientras no dejaba de mirarme –Traen plata?- una sonrisa mutua fue la respuesta.
Detrás de una puerta maltrecha encontré un paraíso olvidado y conquistado por demonios, olía a flores muertas, y mi sorpresa se encendió al reconocer semidesnudas las siluetas de pequeñas prostitutas con sus alas desgarradas; que tapizaron de plumas blancas y sucias el piso de aquel miserable y oscuro aposento. –Son niñas!- grite, la vieja sonrió con malicia y sus ojos llenos de maldad y frío me confirmaron la respuesta.
Era como una abuelita la tal señora esta, como la mía quizás, pero sin esas añoranzas en los ojos, pero sin aquel corazón ablandado a golpes por los años y las soledades, era todo lo contrario, en su mirada encerraba demonios sin duda, y de vez en cuando alguno se le asomaba como sonrisa por la boca.Dónde están las nuevas?- pregunto este tipo; que ya mas que asco me causaba odio; –Atrás amor, pero estas están casi nuevas, así que son mas caras!- entonces encontré en mi mirada a una pequeña niña flaquita, con sus ojos tristes llenos de pesadilla, pero el brillo de querer jugar con muñecas aún intacto en el fondo de su rostro; este maldito se adelanto y la manoseo, ella me recordó a Kassandra; la niña que fue mi compañera de infancia alguna vez y que vomitaba mariposas; y aunque no debía llorar, desdibujo en tragedia, pánico y desesperación su cara. –Déjela!- grite! –Seas pendejo maricón!-me dijo lleno de rabia, lo que significo en mi la histeria y el detonante de mi furia desequilibrada; una locura ilógica y suicida en manos de quién cree aún poder cambiar el mundo.
Me lancé sobre él con los puños cerrados, él respondió golpeándome con furia –Sos un playo como tu tata! Que bueno que se murió ese infeliz!- y eso fue todo! Cegado por la rabia y los golpes respire la sangre y la miseria, convulsioné y sangré por la boca, mi cuerpo e inexperiencia me evitaron ponerle un solo puño encima, en cambio entre él y la vieja me golpearon hasta dejarme tirado en un charco de sangre, la niña lloraba, yo me perdí de mi hasta la muerte, lacerante, perdido, ausente, mi cuerpo hecho añicos ya no podía contenerme, aunque se esforzaba por retenerme.–Tirémoslo en el escusado de hueco!- dijo la vieja –Mierda! Qué le digo a mi sobrina ahora?!- -Olvídalo hijueputa! Lo matamos!! Hay que deshacerse de él y ya! y hay de la que diga ni media palabra putas! - sentenció la vieja. Así vi desde mi mismo como me arrastraron por aquel tugurio, sumando a aquellas niñas otra pesadilla, mi cuerpo dejo sus fluidos y su sangre enredados con las plumas y la tierra, las chiquillas rociaron por mi cuerpo sus lágrimas, rezaron sus secretos milagrosos y me dieron sus bendiciones de aquellos que viven el infierno en las carnes; la vieja las callaba; ellas volvían a llorar; la vieja las volvía a maldecir; finalmente el golpe, la caída, el sumergirse en el caldo de cultivo, en la oscuridad del hueco de el escusado solo mierda!, ahora yo me pudriría allí, la rabia me mantiene activo revoloteando cerca de mí mismo, cuan malditos estos malnacidos! prostituir a esas niñas, sus ojitos, sus cuerpos madurados a la fuerza! y yo aquí muerto! yo aquí podrido y hecho añicos! lloré las lágrimas de la rabia, sé que no lo hice con el cuerpo por que la sal de las mismas no me ardieron en las heridas, mas si las lágrimas milagrosas de las niñas.
Llego la muerte, llego el silencio y la oscuridad.
Desperté fuera de mi cuerpo, el odio y la rabia me invadieron, estoy mejor; es hora de vengarlas, mi sombra sale de el escusado de hueco, camina lento hasta la casa, la vieja se horroriza al verme venir.