El tiro por la culata

Cuando Juan Domingo salió a la calle esa tarde, lejos estaba de imaginar que él mismo sería un hacedor de milagros, estaba más bien en sus actos totalmente lejos de tal cosa, ateo por convicción y contra religioso por asco, se había identificado mas bien con el grupo de los "dark" que se reunían en la plaza cada tarde.
Ni él ni nadie pueden explicar la inesperada reacción que tuvo al ver al caco asaltando a la señora Rodríguez, justo su mayor detractora, Juan Domingo no solo interpuso su cuerpo entre el malhechor y la anciana, si no que luego de el disparo tubo tiempo de levantarle de el suelo y hasta preguntarle si se sentía bien; la mujer avergonzada por todos los comentarios que había hecho antes sobre el muchacho, sobre su ropa, la música que oía, la gente con la que andaba; según decía ella, gente endemoniada y de malas costumbres; asintió apenas con la cabeza, aún aturdida por lo rápido de el suceso.
Algunos afirman haber visto la bala rebotar en el pecho de Juan Domingo, justo donde cuelga la cruz invertida, otros afirman a pesar de todo, que sin duda satanás lo ha protegido; Juan Domingo es escéptico incluso a ello, pero bien pudo haber sido eso lo que lo hizo ver a otro sonreír en el espejo, cuando se lavo la cara tras retirarse a su casa tras un repentino dolor de cabeza; lo cierto es que en la calle la gente se arremolina alrededor de el cuerpo de quién tras disparar murió por su propia bala; la policía toca a su puerta, les interesa tomar su declaración pero también le busca la prensa, no todos los días un joven no creyente y "metalero" hace un milagro, en un barrio como este, que puede ser cualquiera.