
Mariana era una mujer joven y menudita, soñadora, y a pesar de los seis meses que tenía como prostituta en la capital, conservaba cierta inocencia que le era sumamente atractiva a los clientes.
Manuel era un joven mas bien discreto, tímido, curioso de el apetito sexual que le despertaban las mujeres con apariencia de niña. Siempre se pregunto si no sería una aberración la doble moral de decir que jamás se acostaría con una niña, mientras disfrutaba fantaseando con las prostitutas mas menuditas y con apariencia infantil; pero esa noche no era lo que buscaba exactamente, claro que al encontrar a Mariana tan hecha a la medida de sus gustos y depravaciones, no lo pensó, y pacto con ella en 30 segundos el lugar, el precio y el tiempo, pero esa noche él buscaba que alguien lo quisiera, que alguien lo chineara, un rato, que lo complacieran mientras jugaban con su pelo, y lo acariciaban, pero finamente, nada sucio, algo parecido a un ritual de cariño.
Mariana se sintió extraña ante la familiaridad que le causaba Manuel, acaso era posible que una puta se acordará de un amor casi platónico que dejo en el campo y en la adolescencia perdida antes de venirse a la capital a trabajar de puta? Le resultó increíble el frío emocionado de las mariposas en su estomago, pero si era un cliente! Un tipo que pagaría por un aburrido ritual de sexo sin besos, por que las putas venden sus tetas y su entrepierna, nunca la caricia mas profunda, nunca un beso que no darán, por que ese no es negociable.
Pero Manuel era Ricardo en su recuerdo y fantasía y ya en el cuarto, mientras concretaban lo pactado comenzó a sentir la prohibida emoción en su pecho que le causaba el recuerdo, y acaricio a Manuel profusamente, le gimió, le abrazo, se estrecho a él con el ímpetu que solo la primera vez con amor causan, y Manuel complacido le dijo que era la mejor puta de el mundo! mientras Mariana disimulando una lágrima alargaba la noche, mientras recordaba a su Ricardo a la salida de el colegio cargando sus libros y robando guarias para ellas. Así el revoloteo en su estómago le subió por el pecho hasta la boca, y sin darse cuenta siquiera se encontró en los labios de Manuel besando a Ricardo, con el fuego en la entrepierna de el deseo que en el pueblo le era imposible admitir por la religión, y mientras besaba apasionada y amante a Manuel le susurro un “te amo” que solo perturbo a Manuel un instante antes de que el orgasmo le golpeara el interior de el vientre.
Manuel se fumo un cigarro, ella disimulaba las lágrimas en el sudor, lo miraba, se sostenía el vientre como apaciguando las mariposas, Manuel mas que satisfecho se empezó a mudar y pago alegremente una buena propina, mientras Mariana se mordía los labios para decirle “quédate” solo le pidió un favor, y devolviéndole un billete le solicitó que le dijera a la dependiente que se pagará la noche, cosa que sin preguntas y cortés Manuel acepto, había tenido justo lo que buscaba esa noche, y agradecido todavía tuvo el detalle de despedirse con un beso, Mariana; la puta; obviando la prohibición se lo daba, no a Manuel si no a la historia de su Ricardo, y lo vio alejarse y salir por la puerta, ella desnuda se quedo hasta la mañana en esa cama, necesitaba llorar los besos que nunca le dio a su recuerdo del hombre que amaba.