“Ustedes no quieren que yo abra
mi bolso” – Gritaba siempre “La Momia” al pasar por la puerta principal de la
empresa. Por lo general todos reían o la ignoraban, los que nunca le habían
visto, allegados o simples clientes, volteaban primero asustados y luego reían
con burla por las repetidas amenazas y el tono grave con que lo decía: “de
verdad no quieren que yo abra mi bolso! No! No lo quieren!!”
“La Momia” era una indigente
habitual de la zona, repetía este ritual cada día después de la hora de
almuerzo, en el momento en que siempre había más visitantes en la recepción,
pero era inofensiva, por lo que a nadie le importaba. Su edad era indefinida,
tenía la piel tostada por el sol y los ojos tristes de la miseria. Le llamaban “La
Momia” pues siempre llevaba el estómago y el vientre medio envuelto en vendas,
y un rollo de las mismas en los brazos.
Una vez que hacía su aparición,
rondaba varios minutos la entrada repitiendo lo mismo, y retando a algún
fantasma a una batalla que nunca se daba.
Aquel día, Daniel estaba de
malas, el sol era pesado y las cosas no marchaban bien ni en casa ni en
cuestiones de dinero, aunque era un hombre afable, ese día se le veía decaído de
ánimo y un poco irritado, aunque de igual forma saludaba con una sonrisa
aprendida a los clientes que entraban a la empresa o se quedaban en la
recepción; él siempre amable.
Pero el sol le daba en la cara,
el sudor le bajaba por la espalda, y le comenzó a doler la cabeza y notó que
casi nadie le devolvía el saludo, algunos hasta arrugaban la cara cuando les
hablaba, era demasiado el calor, y distraído se quitó la gorra para limpiarse
el sudor cuando lo sobresaltó un grito que venía de atrás y que le tomo desprevenido:
“Ustedes no quieren que yo abra mi bolso” – Maldijo un momento - “Jueputa
mujer!! Que susto!!” – y volviéndose irritado
y controlándose espetó contra la indigente que empezaba su show:
-Qué necesidad tienes de venir
todos los días a gritar pendejadas acá!? Ándate de aquí o hoy si te espanto!
La Momia escondió su boca
desdentada y fijó su mirada en Daniel como tratando de atravesarlo, extendió
los brazos al frente con una mano en cada manigueta del bolso abriendo el mismo
en amenazante posición, tensando el zipper que mantenía el interior en secreto,
y con voz más grave y tensa aún, gritó:
-Usted no quiere que yo abra mi
bolso
Los clientes y los empleados de
la empresa volvieron a ver al unísono cuando Daniel adelantó un paso hacia
ella, le arrebató el bolso y empezó a abrir el mismo ante el susto de todos y
la indigente misma
-Vamos a ver que andas en ese
famoso bolso! – le grito

La Momia decía esto y reía
satisfecha; mientras todos horrorizados la vieron quitarse las vendas del
vientre que mostraron un horroroso y desfigurado hueco mal cicatrizado, y que
la atravesaba de lado a lado.
Sonrió al ver el horror y el asco
en sus caras, se detuvo y feliz de mirar a todos los atónitos presentes, se tapó
el vientre y acomodó algo dentro del bolso, se lo puso de nuevo en el hombro y
siguió caminando como siempre; gritando “Ustedes no quieren que yo abra mi
bolso lleno de mis mariposas secas” mientras Daniel en el suelo, más pálido,
aún repetía que era un niño, un niño muerto! y entonces, algunos empezaron a
llamar a la policía.