jueves, noviembre 23, 2006

Resfriado por gusto Propio x Danilo Mora


El frío del carajo que ha hecho estos días probablemente me producirá un resfrío.

Y es que aunque suene raro me voy a resfriar a propósito.

Pronto vendrán los mocos, la trancazón, los estornudos y esos escalofríos que a uno lo hacen casi maldecir. Pero aún así me alegra estar resfriado.

Pero usted tal vez piense: “¿Qué le pasa a este loco? ¿Por qué no usó un suéter y se evitó así andar como el mae del anuncio de Gex?”

La respuesta es sencilla: porque no tenía y no quise comprarme el suéter.

La historia va así: Sintiendo los primeros días del frente frío me fui al clóset a buscar algún abrigo y me di cuenta que sólo tenía unas jacketcillas que no calentaban nada, por lo que me dije: “¡Hora de ir a comprar algo que me caliente de verdad!”.

Agarré las llaves del carro y jalé para el centro de San José, porque como uno ya siente el espíritu navideño, quise recordar las salidas con mi papá y mamá, cuando íbamos a hacer las compras a las distribuidoras y tiendas de la Avenida Central.

Me rehusaba ir al Mall.

El frío pegaba de manera increíble, era como un cuchillo sin filo que lo partía a uno en dos.

Se sentía como la hoja de acero le cercenaba por dentro cada órgano, pero en el fondo era un frío bonito.

Cuando puse un pie en esa Avenida Central, encontré un panorama totalmente desalentador: colachos, promociones, gente estresada, señoras gritándole a los chiquitos, vendedores que casi lo obligaban a uno a comprar cuanta chuchería tenían, mocositos pidiendo plata con tarritos de Numar. Un poco desilusionado entré a una tienda, esperando que la compra me levantara el ánimo nuevamente. Salió a mi paso una chiquilla como de 16 años, totalmente inmune al frío, pues andaba con una blusa que no cubría más de una cuarta de su torso.

-¿En que le puedo ayudar?

- Mire, es que busco un suéter bien calientito.

-Venga por acá y le enseño unos nuevos que tenemos.

Caminamos.

-¿Sólo estos tiene? ¿En estos colores?

- Sí, sólo en café, verde y negro.

Me quedé mirando fijamente los detalles, que no tuvieran costuras sueltas, que el zipper estuviera bueno, que las mangas fueran del mismo tamaño, etc., etc., y sólo me restaba decidirme entre el verde y el negro, cuando de pronto fui interrumpido en mi ritual de escogencia.

-Oiga, dígame si se va a llevar uno o no, no puedo perder el tiempo enseñándole cosas a gente que no va a comprar.Seguro se me pusieron los ojos como de fuego, la piel roja y probablemente olía ya a azufré y me salieron cachos del colerón.

-¿Quién es su supervisor? – pregunté con todo el peso de mi enojo y mi desprecio contra esa “ombligo pelada”.

En eso llegó una señora no tan vieja y preguntó del porqué de mi enojo y como si yo fuera chiquito de escuela la acusé, la señalé y hasta casi le saco la lengua a la carajilla esa.

Aliviado por haber expulsado toda mi cólera esperé la resolución del tribunal y como mínimo una disculpa a mi favor, aunque por supuesto jamás compraría ese suéter ahí.

-Mire es que estamos muy ocupados, si se va a llevar el sueter bueno y sino pues entonces no. ¡Fue la única respuesta que obtuve!

Sin decir ni “a” salí de ahí bien agüevado, pensando en todo lo que había visto y vivido en ese rato en el centro de San José.

Parado como tonto frente al Banco Negro, reflexioné en lo que se ha convertido la Navidad: una oportunidad para vender y comprar, para sacarle plata a la gente, para gritarle a los chiquillos chineados y para explotar a unos viejitos con trajes rojos y barbas postizas.

¡Al carajo con ese sueter! Si lo que me queda de los viejos recuerdos de mis épocas de fin de año es el frío, prefiero sentirlo hasta mis entrañas.

¡Que me carcoma y me entuma los dedos y la boca!, a fin de cuentas, es un frío bonito

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