martes, octubre 18, 2016

Niño y madre dormidos.


Entró al cuarto donde dormían, y los miró con ojos casi humanos, recordó las lágrimas y tuvo el reflejo de tocar su cara con una mano que no estaban allí, que había dejado de existir para convertirse en tierra semanas atrás. Era un gesto material reflejo de la vida que había dejado, y aún así; sintió un golpe en su pecho inexistente, como si un corazón le latiera rápido y emocionado, El tiempo era un concepto extraño en su nueva realidad, podía alargarlo perpetuamente o bien parpadear dejando pasar periodos distintos de tiempo. 
La muerte no era tan sucia y lúgubre como la pintaron, pudo volver a los lugares queridos de su vida, caminar descalzo sobre el césped, jugar con la arena de la playa entre los dedos de sus pies, dejarse golpear por la brisa del mar y bañarse en la corriente de un río  durante horas, mientras se permitía olvidar que ya no tenía dedos, ni pies, ni cuerpo,y que solo eran recuerdos.
Pero en los últimos días, había empezado a olvidar sus olvidos, y se lleno de terror cuando pasados varias semanas la había olvidado a ella y a su pequeño, entonces supo que empezaría a diluirse para siempre; también quién había sido hasta la muerte, quien fue en vida, todo lo que pensaba, creía, amaba terminaría desapareciendo, y supo que era el momento de despedirse.
Se acurrucó junto al niño, imaginó que sonreía al verlo, lo vio más grande de lo que recordaba, se parecía a ella aunque todos dijeran lo contrario, en ese momento se dio cuenta de no recordar como era su cara ausente, y se puso triste, -por suerte los sentimientos siguen siendo propios- se dijo y lamentó no tener manos para acariciarlo o una boca para besarle, y se quedó allí concentrado un rato en la nada, sombra en lo oscuro, silencio en silencio, soledad solitaria, hasta que de pronto determinó en la cara dormida de la que había sido su mujer, que esta había estado llorando, y deseo con todas sus fuerzas poder abrazarla, poder besarle, confortarla y decirle que estaba allí, pero ya no tenía voz, ni brazos, ni labios; ya ni siquiera tenía palabras; ya solo era parte de la noche, del césped, de la arena, de la brisa del mar, y supo que era el adiós, le acarició los pies como si ella caminará descalza sobre el pasto, y le dejó arena en los pies, la brazo como lo  hace la brisa del mar, pero seguía sin poder besarles. Lo distrajo una palomilla que revoloteaba en el foco de un lámpara que habían olvidado apagar, entendió que si era la noche, las criaturas de esta eran sus brazos, sus pies, su boca, entonces dejo de ser humano, olvido todos los olvidos, la palomilla voló hasta la cama, revoloteo sobre el niño y se posó sobre su frente, luego hasta los labios de ella, finalmente dubitativa dio una vuelta por el cuarto y salió por una celosía abierta.
Ella despertó cuando su pequeño también lo hacía. -Mamá, soñé con mariposas -Yo también mi amor - Le dijo mientras se acercaba a él, se frotaba los brazos y los pies entre sí; abrazó al pequeño para seguir durmiendo; no sin antes apagar la luz, y cerrar la ventana.